Estoy siendo arrastrada por toda la casa de Slytherin y estoy segura de que mi próximo encuentro con el profesor Snape no va a ser nada agradable. En efecto llegamos ante su despacho. El prefecto me tiene agarrada por el jersey, lo que me resulta realmente incómodo.
-Profesor, he pillado a esta chica merodeando por los dormitorios de los chicos. Ella y una amiga estaban...
-Señor Adams, ¿sabe por algún casual qué estaban haciendo allí _______ y su amiga, que al parecer no has sido capaz de detener?-interrumpe Snape.
-No señor, esperaba que lo confesase ante usted -Snape posa en mi la irritada mirada y alza una ceja.
-Yo...esto...
-Ya veo, con las manos en la masa... Te quedarás con la señora Pomfrey de guardia toda la noche en la enfermería, reflexionando. Y por supuesto quiero verla bien despierta en mi clase de pociones por la mañana, señorita _______...-termina con una endiablada sonrisa.
He salido del despacho de Snape con reprimidas ansias de matar a Ailén. He recogido mis cosas y me he preparado para ir a la enfermería. Con unos vaqueros y una sudadera camino por los largos pasillos del castillo. La enfermería no queda muy lejos y llego enseguida.
-Oh querida, ya estás aquí. -me saluda la alegre enfermera.-No te preocupes, hoy no hay mucho que hacer ¿Por qué no llevas las sábanas sucias a la lavandería y me traes las limpias para colocarlas? No te preocupes, tomate tu tiempo -acaba con una gran sonrisa. Yo se la devuelvo y me pongo a la labor.
Bajo hasta la planta baja, donde se encuentra la lavandería. Cuando recojo las sábanas limpias decido volver por un camino diferente para entretenerme. Escojo al azar los pasillos hasta que oigo unas voces, leves, pero audibles. No tardo en dar con la puerta de la que salen esas voces. Está medio abierta así que decido asomarme un poco.
Veo a una persona, un chico creo, no le puedo ver bien porque está de espaldas a mi. Está conjurando algo. Las palabras que antes oía se han convertido en siseos espeluznantes. Me fijo en algo que parece tener entre manos, un objeto ovalado que comienza a brillar con una luz verdosa. ¿Qué es esta sensación? No me gusta, no me gusta nada. Comienzo a temblar exageradamente provocando la caída del montón de sábanas que llevo. Sólo emiten un leve sonido y sin embargo eso basta para que el misterioso joven se de la vuelta alterado. Puedo ver su rubio cabello y piel curtida, su rostro anguloso y su nariz extremadamente recta, pero sobre todo, puedo ver unos ojos grises...
Comienzo a marearme, recojo las sábanas y me escondo tras una columna cuando veo que se dispone a salir. Por fin veo el objeto que tenía entre manos. Es un medallón, un medallón con una gran piedra verde incrustada en el centro. Es extraño pero este chico me resulta familiar... y aterrador, sobre todo lo segundo. ¿Quién será? Nunca le he visto por aquí...
Cuando el chico se marcha reanudo mi camino intentando no darle importancia a lo que acabo de ver. Me está resultando muy difícil pues mi mente no deja de atormentarme. Por fin llego a las puertas de la enfermería, y por desgracia lo que me encuentro no es mucho mejor.
Las camillas están ocupadas en se gran mayoría. Hay chicos tumbados y con vendas frías en la frente, pero eso no es lo peor, todos estás cubiertos por una larga mata de cabello, su propio cabello. A penas se les puede reconocer puesto que sus rostros han quedado ocultos entre la larga barba y flequillo. La señora Pomfrey corre de un lado a otro alterada.
-¡Deprisa _______! Necesito que cambies las vendas de los del primer sector por otras más frías, por favor señor Ferguson usted está ya bien así que deje de quejarse, después haz espacio para aquellos que aún faltan ________. Menudo gamberro ha de ser es que ha planeado semejante broma de mal gusto... -me dice la enfermera tirándose de los pelos. Me siento culpable, si no fuera por mi estúpida idea de apoyar a Ailén... A decir verdad todo es un caos y el tener que ir pisando pelo no ayuda mucho. Hago como puedo lo que la señora Pomfrey me va ordenando y los pacientes van recuperando su aspecto habitual.
Ya son las doce y media de la noche y en la enfermería sigue habiendo personas, pero ya no está tan llena.
Me encuentro tratando a un chico delgado de pelo negro mientras la enfermera prepara más antídoto cuando reparo en el paciente que se encuentra varias camillas más atrás. Su largo pelo y barba platinos son inconfundibles y no puedo evitar sonreír. Me acerco despacio y él al notarme esconde el rostro aún más.
-No cuela Draco, ni lo intentes -le digo en una carcajada.
-Te juro que como pille al responsable...No te atrevas a reírte de mi -me amenaza pero yo no puedo parar. Me río tanto que al final le acabo sacando una sonrisa. Por desgracia se hace un incómodo silencio entre nosotros, un silencio que me veo obligada a romper.
-Bueno...¿y cómo os ha pasado esto? -disimulo.
-A saber, yo estaba con Crabbe y Goyle en su habitación y en cuanto nos hemos echado en la cama ¡puf! barba para todos. -vuelvo a dejar escapar una pequeña risita. Coloco el paño húmedo sobre la frente del barbudo Draco, que sorprendentemente se deja tratar.
-________... he estado pensando... -como si fuera una especie de calambrazo una chispa de amargura salpica mi interior.
-¿Sobre qué? -trato de desvíar el tema.
-Sabes perfectamente de lo que estoy hablando, ________ -si, lo se perfectamente pero algo dentro de mi tiene miedo a conocer la respuesta. Es muy extraño, una vez más tanto pensamientos como sentimientos vuelven a enturbiarse y soy incapaz de interpretarlos.
-Draco yo...
-No. Déjame acabar. El caso es que le he dado muchas vueltas a eso que me dijiste -pongo cara de interrogación -ya sabes, le de tu confianza... realmente me hace, me hace...Dios no puedo decirlo.
-No te entiendo -estoy cada vez más confusa. Draco está actuando muy raro.
Siendo menos oportuna que nunca, la señora Pomfrey aparece con los antídotos. Sirvo un poco a los alumnos y minutos después todos se van marchando. Me quedo barriendo el pelo del suelo pero alguien me interrumpe.
-________ tenemos una charla pendiente -dice Draco.
-Pero yo tengo que quedarme aquí toda la noche, estoy castigada.
-Soy el príncipe de Slytherin-remarca con orgullo- me haré responsable si te ocurre algo. -me agarra de la muñeca y me lleva, sin decir nada, hasta el jardín interior.
-Antes de nada quiero que sepas que es la primera vez que digo algo así, así que no te rías -me dice avergonzado. Estoy flipando, el Draco orgulloso y arrogante que conozco parece haberse desvanecido. El nuevo es una mezcla de ingenuidad y ternura, tan diferente que realmente tengo que aguantar la risa. No le pega nada.
-Está bien -prometo -¿Qué me tienes que decir?
-Ya sabes... y-yo, -suspira- me hizo feliz que confiaras en mi. Creo que eres la única persona que lo hace de verdad.
- ¿Qué significa eso? -pregunto realmente extrañada, no logro entender por qué habría de reírme de eso. Draco por el contrario me da la espalda completamente avergonzado.- Draco, ¿Estás bie..
-¡Te quiero! Hala, ya lo he dicho. -me corta aún de espaldas. Me quedo en blanco, completamente, en mi cabeza sus palabras retumban de forma mareante. "Te quiero", me quiere, querer... Son palabras tan familiares como desconocidas. No se como reaccionar. Draco se da la vuelta a tiempo para contemplar cómo me desplomo sobre la fría piedra del sendero.
Maldita sea, lo he vuelto a hacer.
ahhhhhhhhh!!!!! me encanto! :B siguelaaa esta buenisima! :D saludos! (: amo a draco *-* xd
ResponderEliminarme ha encantadoooooooo :O
ResponderEliminarpor favor siguela
quiero saber quien era el muchacho ?
Dios mio! Me fascina tu historia por favor síguela lo mas pronto posible!
ResponderEliminarMuero de ansias.