sábado, 28 de septiembre de 2013

Capítulo 13

En el Gran Comedor todos siguen cenando. No me apetece ir a la mesa de Slytherin a sentarme sola, y puesto que no puedo ir a la de Gryffindor creo que mejor salgo a dar una vuelta por los jardines. Empiezo a andar por uno de los costados de la enorme sala hasta la puerta principal. Me dispongo a salir cuando la fuerte mano de Harald retiene la mía impidiendo que siga.

-¡______! Te estaba buscando. ¿A dónde vas? -pregunta.

-Me disponía a pasear un rato, por los jardines, ya sabes.... es que hay demasiada gente -le dedico una sonrisa cansada.

-¿Puedo acompañarte? -me dice ligeramente sonrojado.

-Por supuesto valiente guerrero -bromeo agarrándole del brazo. Los dos salimos al exterior sin percatarnos de la penetrante mirada de cierta serpiente platina.




Narra Draco:

Tras enterarme de que _______ iba a ser trasladada a Slytherin se me ha ocurrido darle algo como presente de bienvenida. No es mucha cosa, la mayoría de serpientes tenemos uno parecido pero supuse que le gustaría. Me siento raro haciendo este tipo de cosas, normalmente los regalos me los dan a mi. De todas formas no le doy muchas vueltas. Me he retrasado considerablemente preparándolo así que cuando llego al Gran Comedor ya están todos cenando. Busco a _______ en la mesa de Slytherin y, por si acaso, en la de Gryffindor, y ni rastro de ella. Al final me acabo enterando de que _______ha ido a cenar con los tres seleccionados para el torneo gracias a Pansy Parkinson. No puedo creer lo que le oigo responder cuando le pregunto el por qué. ¡¿______ seleccionada?! ¿Cuando ha pasado eso?¿Cómo? Todos me miran confusos, al parecer soy el único que no se ha enterado. Sin saber bien por qué empiezo a sentirme molesto. Me siento a cenar con la mirada siempre fija en la puerta de la salita donde está cenando _______, no es que me importe, pero podría habérmelo contado. Tras media hora la veo salir y dirigirse a la puerta del Gran Comedor. Me dispongo a ir tras ella cuando un chico alto y musculoso la frena. Ella le sonríe y le agarra del brazo. Los dos desparecen tras las enormes puertas. Dentro de mí empieza a crecer una rabia terrible. No me suele pasar a menudo, excepto con Potter, pero él no cuenta. Aprieto con fuerza el anillo plateado en forma de serpiente que pretendía entregarle hasta que se clava en mi carne dejando unos finos surcos carmesíes. Duele, pero es soportable salgo del comedor y voy hasta mi habitación. Lo bueno de tener un padre que trabaja en el consejo escolar es que puedo pedir caprichos como una habitación para mi solo. Abro el cajón de la mesilla y arrojo en anillo con fuerza. La pequeña piedra verde sobre la que se enrolla la serpiente se suelta, pero ya da igual. Cierro el cajón con la intención de no volver a abrirlo más y voy al baño a aclararme la sangre de la mano. Una vez limpia me siento en la cama y miro por la ventana. Veo los jardines a ras de suelo, como desde casi todas las habitaciones de nuestra casa. La verdad es que es reconfortante, hasta que, para colmo de males, aparece ______. Ya no va del brazo de eso nórdico de Durmstrang, pero caminan entretenidos hasta sentarse en un banco de piedra. Se pasan hablando casi media hora, y yo, el muy estúpido les observo desde las sombras. Nunca había caído tan bajo. Me da rabia pero no puedo evitar fijarme en como el nórdico la mira. No me fío de él. Cuando el sueño se va apoderando de mi, y al parecer también de los de fuera, me tumbo en la cama y me duermo, antes de que la confusión se adueñe de mi mente.


Narra ______:

Anoche Harald y yo paseamos durante largo tiempo. Es agradable poder tener alguien en quién confiar, alguien subjetivo al que no le importe si eres una serpiente o un león. Aunque por otro lado no pude evitar sentirme extraña. No se, pero la actitud de Harald era....¿sospechosa? En fin ¡Qué sabré yo! No recuerdo ni mi apellido... Me levanto muy cansada, no he dormido muy bien. Hoy tendré que contar a Hermione, Rachel y el resto lo de mi traslado, y su reacción es lo que más miedo me da en este mundo. De repente un cojinazo en la cara interrumpe mis pensamientos.

-Como no te levantes ya vas a llegar tarde... -dice la tranquila voz de Ailén.

Me levanto con sopor, me ducho y me pongo el uniforme con mi nueva túnica. Cojo los libros y voy a salir del cuarto cuando Ailén me interrumpe.

-¿A dónde se supone que vas así? -dice extrañada.

-A clase... ¿no? -contesto.

-¡Despierta! Hoy es sábado, pero son las pruebas de quidditch. Te he apuntado conmigo.

-Un momento.... ¡¿Que has hecho qué?! -digo intentando asimilarlo - ¡Se me da fatal volar en escoba!

-No puedes ser tan mala -dice con toda la tranquilidad del mundo -ponte algo cómodo y vamos.

Sin quererlo ni tomarlo me encuentro en el campo de quidditch. Justo a tiempo para ver salir al equipo de Gryffindor, donde entrena Harry. Cuando se dirigen al vestuario se acerca.

-¡______! No sabía que te gustaba el quidditch, pero...¿Por qué estas con las serpientes? -pregunta extrañado.

-Y-yo... -me quedo en blanco. No quiero decírselo, me da demasiado miedo. Estoy a punto de cambiar de tema cuando una voz interrumpe.

-Porque ahora es un miembro de Slytherin -dice uno de los jugadores oficiales de Slytherin, uno con una atractiva cabellera platina.

-¡Eso quisieras tu Malfoy! -contesta Harry escupiendo las palabras.

-Entiendo... aún no lo sabes...______ parece tener tendencia a no contar las cosas verdaderamente importantes... -dice dedicándome una sonrisa completamente malvada.¿Cómo que tendencia? -entonces os dejo. Supongo que ______querrá contarte sus cosas. -acto seguido se larga.

-¿De qué habla? -pregunta Harry extrañado. No puedo mentirle ahora, eso empeoraría las cosas terriblemente.

-Yo... me han cambiado a Slytherin -le suelto.

-¡¿Cómo?! -dice sorprendido.

-En realidad nunca llegué a ponerme el sombrero seleccionador, por lo que jamás fui una verdadera leona. Sin embargo ayer lo hice y me envió a Slytherin. Quería decíroslo, pero no quiero que me despreciéis, no sabiendo lo mal que soléis hablar de las serpientes...-hago una pausa para evitar que las saladas lágrimas desgarren mis mejillas. -No quiero que dejemos de ser amigos.- no se que hacer así que miro hacia el suelo esperando una respuesta, aunque lo único que recibo de Harry es una tremenda carcajada.

-No tienes que preocuparte, es verdad que los de Slytherin no nos hacen mucha gracia, pero eres _____, lo superaremos -dice guiñándome un ojo. -Bueno toma esto - me da sus guantes de quidditch -espero que te den suerte en las pruebas, además, siempre serás tan fiera como un león. -se despide con una sonrisa y se mete a los vestuarios.

Me reuno con Ailén en el campo, siento que me he quitado una terrible carga de encima. Allí nos entregan unas escobas viejas del colegio y la protección necesaria, aunque yo niego los guantes. Nos elevamos hasta reunirnos con los jugadores, entre los cuales está Draco. Una vez repasan las reglas nos ponen en formación. Jugaremos un partido entre los nuevos jugadores y los miembros del equipo. Ailén coge el puesto de golpeadora y al final yo quedo como buscadora. El objetivo es evaluar las habilidades de cada uno, sin embargo parece que van en serio. Según me han indicado yo tengo que coger una pequeña y dorada pelota alada. El partido da comienzo y todos comienzan a volar. Me cuesta hacer que mi escoba obedezca aunque al final lo consigo de alguna forma, pero no sirve de mucho. Es difícil concentrarse, hay demasiados jugadores y demasiadas pelotas, no veo a la snitch dorada por ningún lado. Un chico de mi equipo pasa volando a mi lado haciendo que pierda el equilibrio y me precipite hacia el suelo con mi escoba. A penas logro frenarla, lo justo como para no darme de bruces, oigo a mi compañero insultarme y me dan ganas de darle con el bate que lleva en la mano. Sin embargo, gracias a él consigo divisar la snitch a pocos metros de mi. Sin pensarlo me abalanzo sobre ella. La persigo intentando cogerla y cuando parece que por fin lo voy a lograr un jugador del equipo contrario arremete contra mi.


                                 "Un intenso entrenamiento no deseado"


Capítulo 12

-Puede que tengas razón querida _______. Tengo mis sospechas, sin embargo creo que es mejor esperar y conseguir más pistas. Si... me gustaría comprobar algo -se levanta y camina hacia las estanterías. Coge un viejo sombrero en punta y se acerca. -Este es el Sombrero Seleccionador de Hogwarts, se encarga de enviar a cada estudiante a la casa que pueda desarrollar mejor sus habilidades. ¿Me permites?

Asiento y Dumbledore me coloca el sombrero y tan pronto como roza mi cabeza comienza a hablar como si leyera mis pensamientos.

-Vaya, vaya... ¿Una elección a mitad de curso? Ya veo... ________, no conoces nada sobre ti, no recuerdas y buscas respuestas...Si, estoy seguro de que se encuentran en Hogwarts. Tienes fuerza, y eres curiosa... Astuta para lo que quieres y algo despiadada, pero de buen corazón. Difícil, muy difícil... No creo que tus habilidades se pudieran desarrollar en ninguna casa, me atrevería a decir que ni siquiera en este colegio... Sin embargo y dadas las circunstancias creo que la mejor elección es Slytherin...

Dumbledore me quita el sombrero cuando éste termina de hablar y lo vuelve a depositar en la estantería.  Sin decir nada va hacia un retrato y le susurra algo que logro oír, segundos después el profesor Snape entra al despacho.

-¿Me ha llamado director?

-Si, Severus te presento a ______ , estará en Slytherin a partir de ahora. Confío en que se le dará la bienvenida que se merece.

Snape a penas me dirige una mirada.

-Por supuesto señor, me encargaré de que la ayuden a trasladar sus cosas.

-Un momento, ¿trasladar?. Me instalé con Hagrid porque se me pidió que le ayudara, eso no cambia aunque mi casa ya no sea la misma ¿no?. Quiero decir... no quiero irme de allí.

-Lo siento ______. Te instalaste con Hagrid a falta de habitaciones en Gryffindor, pero no tendremos ese problema en Slytherin. Por supuesto le seguirás ayudando aunque no vivas con él. Entiendo que le tengas aprecio, Hagrid suele causar esa sensación en la gente, pero creo que este cambió te ayudará en tu misión.

No me apetece nada dejar a Hagrid, pero es la palabra del director contra la mía. Miro a Snape que me indica que le siga. Estoy a punto de abandonar el despacho de Dumbledore cuando me detiene.

-______, no te olvides de la ceremonia de esta noche. Te estaré esperando. -y la puerta se cierra en mis narices.


Sigo sin dificultad el acelerado paso de Snape, lo que parece molestarle un poco. Me conduce a las mazmorras donde se encuentran varias de las aulas. Intento recordar el trayecto por si luego no puedo regresar. Nos paramos frente a una gran pared de piedra.

-La contraseña de la casa es Frigus Anguis, se renueva cada semana. El Barón Sanguinario te mostrará tu habitación. Yo de ti no le molestaría demasiado. Encontrarás que tus cosas ya han sido trasladadas. Que te sea... leve. -me dirige una fría mirada y se marcha. ¿Cómo era la contraseña?

-Frigus Anguis -digo en tono firme.

Sobre la fría pared de piedra empieza a aparecer una puerta de madera con una gran serpiente de hierro estampada en su centro. El pomo se gira abriendo la puerta. Al otro lado hay una sala enorme y húmeda. En una esquina hay una chimenea con un gran fuego ardiendo en su interior. Varios alumnos de corbatas verdes se sientan en los diferentes sillones y sofás negros. Sobre las paredes verde-azuladas cuelgan varios cuadros y un par de antorchas mágicas que emiten una clara luz. Entro cautelosa, algunos alumnos me miran, otros simplemente me ignoran y la gente de los cuadros empieza a susurrar. Pronto se me acerca un chico alto, mayor que yo, de rostro angulosamente severo.

-¿Que hace una leona en nuestra sala común? No puedes estar aquí -dice.

-Perdona, pero ¿tu quién eres? -pregunto cortante. No me gustan sus aires de superioridad.

-Ese no es el tono apropiado para hablar con el prefecto de Slytherin.- me dice notablemente molesto.

-En ese caso perdóneme prefecto supremo. Acabo de ser trasladada y el profesor Snape me ha dicho que un tal Barón Sanguinario se encargaría de mostrarme mi cuarto. ¿Es otro título tuyo? -le digo con la intención de enfadarle. Sin embargo en cuanto oye el nombre del Barón Sanguinario su cara se vuelve blanca.

-El Barón Sanguinario es el fantasma de la casa de Slytherin. Está justo allí -dice señalando una oscura esquina -Intenta que no te mate.

Tras decir eso se larga a paso rápido. Me acerco a la oscura esquina con cautela y veo a un translúcido hombre de casi dos metros con un largo y espeso pelo negro. Me dirige una mirada mas escalofriante que la de el mismísimo Snape y comienza a ascender por unas escaleras. Le sigo con rapidez para ver como atraviesa una de las muchas puertas que hay en el gran pasillo del piso de arriba. La abro y entro en la habitación. Es bastante grande, hay dos camas a ambos lados con una mesilla y un armario. Entre las camas hay una gran ventana. La sala común está en las mazmorras así que la ventana queda al ras del suelo de los jardines exteriores. Aún así es una vista agradable. Me fijo en el montón de cosas que hay encima de una de las camas. Se han dado prisa en traerme todo ¿eh?. También hay una nueva túnica de Slytherin y la corbata verde. Me dispongo a ordenar mis cosas cuando una puerta a un lado de la habitación, en la cual no había reparado aún, se abre. De ella sale una chica de piel morena enfundada en una toalla de baño.

-¿Eres la leona trasladada? -pregunta con toda tranquilidad.

-Si, ¿Cómo te has enterado? -pregunto extrañada.

-Me lo ha dicho el Barón Sanguinario.

-¿Mientras estabas en la ducha? -digo sorprendida.

-¿Hay algún problema?-suelta encogiéndose de hombros -Está muerto.-concluye mientras se quita la toalla del pelo dejándome ver su larga melena negra. -En cualquier caso, soy Ailén, un placer.

-Igualmente, yo soy _______. -Nos estrechamos las manos. Así que esta chica será mi compañera de cuarto... Es confiada, creo que me va a caer bien.

Me paso el mediodía y parte de la tarde ordenando las cosas y conociendo a Ailén. Según me ha contado es una bruja de sangre pura de Australia. Se trasladó hace años por su padre, que ahora trabaja para en Ministerio de Magia. Lo que más me gusta de ella es que responde a todas mis preguntas pero no me pregunta nada a mi, no he tenido que inventar ninguna excusa para justificar mi traslado, y es un alivio. También me ha dicho que ha estado saliendo durante casi tres años con un chico de Ravenclaw llamado Peter Corbirock. Eso demuestra que no es selectiva respecto a las casas. Me alegra haber hecho una nueva amiga, lo malo ahora es contarles este pequeño cambio a mis antiguos compañeros.

Sin tomarlo ni quererlo ya son las ocho. En breves dará comienzo la ceremonia de selección. Ya estamos todos reunidos junto al Cáliz, que se ha situado en medio del estrado del Gran Comedor. Todo el mundo está presente, por lo que el bullicio es increíble. Dumbledore, Igor y Madame Maxime se encuentran en pie frente al cáliz, preparandolo todo. Desde la mesa de Slytherin, en la que estoy incómodamente sentada y más sola que la una, puedo ver a Harry, Ron, Rachel y Hermione buscándome con impaciencia. Me agacho para que no me vean. Les he oído quejarse de Slytherin tantas veces que me siento que les he traicionado. Me da tanto miedo que me rechacen que no se si prefiero que vivan en la ignorancia.
Me sobresalto cuando una fuerte mano se posa en mi hombro.

-¿Nerviosa? -dice el amistoso rostro de Harald.

-Mucho -respondo, aunque no sea por lo que él cree.

-Un momento ¿Te han cambiado a Slytherin?¿Por qué no me lo habías dicho? -pregunta cuando cae en la cuenta.

-Es una larga historia, te la cuento luego ¿vale? Ahora no estoy de humor.

-De acuerdo -dice frotando mi hombro como consuelo, aunque no sirve de mucho.

Harald vuelve a sus sitio cuando Dumbledore pide silencio. En segundos toda la atención está puesta en él.

-Buenas noches alumnos y alumnas. Es de suponer que todos sabéis por qué estamos reunidos aquí. El Cáliz ha decidido quienes serán los afortunados participantes del Torneo de los tres Magos, o debería decir de los cuatro Magos... -los susurros inundan el comedor y ya noto como una gran parte de las miradas se posan en mi. - Nuestra primera participante fue seleccionada con anterioridad por el Cáliz sin necesidad de arrojar su nombre en él. Sólo me queda pediros que no la judguéis por ello, el Cáliz es un objeto mágico de casi mil años y sus razones tendrá para hacer lo que hace. Por favor, un aplauso para _______ -dice Dumbledore señalándome para que suba al estrado con él. No muy lejos veo la cálida mirada de Harald que me anima a hacerlo. Con cautela y muy despacio subo junto al Cáliz. Me quedo quieta mirando a las mil personas que hay en frente mio. No todas aplauden, pero las que lo hacen, como Harry, Ron, Hermione Rachel y casi todo Gryffindor, lo hacen con entusiasmo. Y eso en parte es un alivio.
Durante los próximos minutos no me muevo de mi sitio. El primer nombre en salir del Cáliz es el de Víktor Krum, a ese si que le vitorean todos, como si diesen por hecho que fuese a ganar. Aunque parece lo más probable. Se sitúa junto a mi ¡Madre mía!. Más que un hombre parece una montaña. Es alto y fornido, me saca cabeza y media por lo menos. Luego, de la escuela Beauxbatons, sale Fleur Delacour. Una chica alta, delgada y con una larga melena rubia. Cuando sube, lo hace con la gracia y elegancia de un cisne. Y por último lugar, del colegio Hogwarts sale Cedric Diggori, un muchacho de Hufflepuff por el que suspiran casi todas las chicas. Al lado de estos tres, tan confiados e imponentes, yo parezco un bebé inmaduro.
Mi estado de ánimo ahora mismo esta al menos cien por cien.

Cuando Dumbledore da comienzo al banquete a los cuatro participantes nos llevan a una pequeña sala para darnos instrucciones sobre el Torneo. Al parecer necesitamos superar la primera prueba para tener posibilidades en la segunda. También no explican los métodos de puntuación. Cuando terminan no dejan cenando en un mini banquete privado para los cuatro. Me siento, algo incómoda, son todos más mayores que yo.

-Ahora que estamos solos... -empieza Cedric -dinos, _______ ¿Cómo lograste entrar al torneo?

-¿Perdón? -digo tosiendo al atragantarme con el pan.

-¡Venga ya! Todos saben que tienes enchufe con Dumbledore y que por eso te ha dejado participar, lo que queremos saber es qué quieres demostrar. Porque no creerás que vas a tener posibilidades con nosotros tres ¿verdad? Somos mayores, más fuertes, y más listos. Eso sin contar que tenemos más experiencia. -Cedric se ríe y los demás le acompañan.

-Te diré que yo no quise participar. Tienes razón, Dumbledore me animó a hacerlo, pero fue cuando el Cáliz me seleccionó. Y si, Cedric -digo escupiendo su nombre -Puede que seas mayor que yo, pero si tan importante te crees no debería malgastar tu preciado y sucio tiempo en dirigirme la palabra. O puede que la próxima vez te haga cambiar de opinión. -le miro desafiante. La tensión se apodera del ambiente. Cedric me mira con repugnancia y a la vez con superioridad.

-_______,_______.... Tranquilízate.No intentaba sonar despectivo, sólo realista. Por muy milenario que sea el Cáliz creo que es lo suficientemente listo como para saber que tu no deberías estar aquí. Hay rumores...sobre ti, y tu pasado. Rumores sobre cómo escapaste del manicomio en el que te recluían y huiste por el bosque hasta llegar aquí. Rumores sobre cómo Dumbledore se apiadó y te permitió vivir en paz unos meses, de cómo te dejó participar en el Torneo para deshacerse de ti....para dejarte morir. -concluye. Tanto Fleur como Víktor me miran con odio y horror. Cedric, que es el más alejado de mi en la mesa, sonríe con malicia. Me ha dejado alucinada. Este tío es retrasado ¿o qué?

-Sabes Cedric, deberías escribir un libro. Con esa imaginación tuya te harías famosísimo. Mira se me ha ocurrido una idea. En breves vendrá la prensa a hacer las fotos para los anuncios del Torneo. ¿Por qué no te pones guapo y anuncias tu próxima historia? Ven, déjame ayudarte -digo acercándome a él. Cuando llego agarro la bola de helado que hay en su plato y se le estampo en la cabeza masajeándola hasta que queda bien extendida. Sin darle tiempo a reaccionar por el asombro empujo su cabeza contra el pastel de carne, y entonces Cedric explota.

-¡¿Cómo te atreves?! ¡Sucia niñata! -no le doy tiempo a continuar y salgo corriendo hacia el Gran Comedor, dejándo a la bestia Cedric con Fleur y Víktor, ambos aguantando la risa.





               "Tiene buena pinta... Aunque quedaría mejor sobre tu cabeza"







martes, 24 de septiembre de 2013

Capítulo 11

La clase concluye y sin pensarlo siquiera corro en pos de Draco, no sé por qué pero no quiero que me odie. Al mismo tiempo Cantalaise corre detrás de mi pero no le doy importancia. Le llamo varias veces pero Malfoy pasa de mi y lleva demasiada ventaja así que no creo que logre alcanzarle, a no ser...
Subo encima de Cantalaise y volamos hasta él. Una expresión de horror se dibuja en su cara antes de que le agarre y, no sin esfuerzo, logre subirlo detrás mio.

-¡Pero tu estas loca!¡Bájame! -me chilla en el oído.

-Ni lo sueñes, quiero hablar contigo así que tienes dos opciones. Prometes escuchar lo que tengo que decir o vas de cabeza al lago oscuro. -la segunda opción no lo agrada demasiado así que se resigna a venir conmigo. Le pido a Cantalaise que no deje en la orilla del enorme lago, no demasiado lejos del colegio.

-Venga, suelta lo que tengas que decir y ya -dice Draco cuando bajamos.

-¿De verdad me vas a escuchar? -digo sorprendida.

-¿No es lo que querías? -contesta mosqueado.

-Si, pero tenía el temor de que salieses corriendo nada más bajar de Cantalaise.

-Ni de coña, si lo hiciese esa bestia se echaría encima mio, y no, gracias, no ha sido una experiencia agradable -suelto una risita ante su comentario. Se hace un silencio incómodo. Es evidente que la que tiene que romperlo soy yo así que me armo de valor y se lo suelto.

-¿Me odias? -Draco me mira sorprendido. Ha sido muy precipitado pero no quería dar rodeos. Sin haberme dado cuenta este pensamiento ha estado rondando mi mente estos últimos días. Draco no contesta, lo voy a repetir por si me ha entendido mal, poco probable pero no se qué más hacer, cuando me corta.

-______, no te conozco de mucho, pero si lo suficiente como para saber que tienes la cabeza echa un lío. Aún crees que hay un ángel dentro de mi, pero te equivocas. No soy más que la sombra de un viejo diablo. No intentes verme como otra cosa, no intentes pensar que puedo ser una buena persona. Porque no lo soy, y no me da vergüenza admitirlo, me crié así y me gusta. No se qué hice para confundirte de esta manera pero voy a dejar las cosas claras. Si tanto quieres que seamos amigos vas a tener que aceptar lo que soy. Y me molesta que vayas diciendo por ahí que tengo un lado bueno. Me costó mucho ganarme el titulo de príncipe de Slytherin y no quiero que lo arruines. -concluye sentándose en un gran pedrusco.

No se qué decir, ha sido un golpe fuerte. No se si bueno o malo, pero fuerte. Aún así no puedo evitar quedarme con la parte más cómica de su discurso.

-Yo...esto...¿Has dicho Príncipe de Slytherin? -digo intentando no reírme, aunque sin resultado aparente.
El ambiente que tan cargado estaba hace unos segundos se relaja cuando Draco sonríe también.

-Si, exactamente eso ¿Por qué te ríes? -pregunta divertido.

-No, por nada... Lo siento, entonces empecemos otra vez. Mi nombre es _______ su estimada alteza -digo haciendo una exagerada reverencia. Draco me sigue el juego sonriente.

-Sería todo un honor para mi también... si no fuerais de Gryffindor -comenta.

-¿En serio?¿Acaso también os disgustan los leones? No creo que a mi zorruno amigo, aquí presente, le agrade mucho saber que detestáis a las grandes bestias -respondo alzando una ceja. La cara de Draco empalidece, si eso puede ocurrir, y retrocede un poco mientras me río.

-Así aprenderás a no subestimar nuestro poder... Aunque pensándolo bien sólo estoy en Gryffindor porque me dieron un uniforme rojo.

-¿Cómo que porque te dieron un uniforme?¿No te pusiste el sombrero seleccionador? -mierda, no, no, no, la he fastidiado. No quiero que sepa lo que me pasa. No quiero arriesgarme ahora que hemos vuelto a empezar.

-Yo...n-no...No lo hice -¿Por qué? ¡Maldita sea! ¿Por qué? Las palabras han salido solas de mi boca al no encontrar excusa alguna.

-______ tu no eres una verdadera estudiante ¿verdad? -me está mirando con demasiada seriedad -¿Eres acaso hija de muggles? -dice casi enfadado. No, no me gusta esta situación. Tengo miedo, más del que debería, no lo entiendo...¿He de contárselo? Tarde, no he sabido cerrar la boca a tiempo con tanta presión.

-N-no lo se... -me mira con dureza -¡No lo se! -grito más fuerte sorprendiéndole, aunque sin apagar la chispa de disgusto que va creciendo en su interior. Me agarra fuertemente de la muñeca. Su cara está peligrosamente cerca, tanto que puedo sentir su aliento en la mía.

-Te advierto que si hay algo que no tolero es a los sangres sucia, así que si lo eres ya puedes marcharte por dónde has venido, y no regreses, no vuelvas a acercarte a mi.

-¡Te he dicho que no lo se!¡No conozco a mis padres!¡No tengo familia! Y si la tuve no se que es de ella no se nada ¿vale? -le suelto. Me aparto de él bruscamente haciendo que me suelte el brazo. Le miro con temor cuando noto un latigazo en la espalda. Me encorvo de dolor mientras mis ojos, inyectados en sangre, van perdiendo visión.


Estoy de rodillas en un gran patio de piedra. Hay un montón de personas a mi alrededor. Llevo puesta una túnica dorada y el cetro descansa en mi mano. Estoy caminando hacia tres figura sin rostro, no se quienes son pero me infunden respeto. Una de ellas comienza a hablar sin decir nada. Todo el mundo vitorea. Seguido la segunda figura me hace arrodillarme mientras la tercera me entrega algo. Cuando alzo la vista para recogerlo me encuentro cara a cara con sus dos ojos grises claros. Es extraño. Es lo único que puedo ver en su rostro. Dejo de prestarle atención para mirar lo que me han entregado. Veo un óvalo dorado y una luz que me ciega. Veo una figura negra en mis brazos. Es pesada. Todo el mundo silencia hasta que alguien grita de dolor. La plaza se llena de sombras que atacan a la gente, tiñéndolo todo de rojo. Las tres figuras que se alzan delante de mi van cayendo. Cae una. Cae otra. Y cuando le llega el turno a la tercera veo como sonríe grotescamente. Sonríe, pero no cae. Se dirige hacia mi y yo corro llevando conmigo al pequeño ser negro. Corro y corro, pero aunque esté dada la vuelta sigo viendo esos fieros ojos grises delante. No los puedo sacar de mi cabeza. Noto como me persiguen, y me llaman. Susurran un nombre que no es el mio, pero a la vez si lo es. El miedo se apodera completamente de mi y un gélido viento me atraviesa cada vez que oigo los susurros. Me meto en unos túneles con la esperanza de que todo cese. Y de repente el paisaje se vuelve oscuro.

Poco a poco voy recobrando la vista y veo esos ojos grises que tanto he temido hace unos momentos y chillo. Chillo con todas mis fuerzas empujando a la persona que los porta mientras las lágrimas, tanto tiempo retenidas se escapan desobedientes. La persona se acerca y tal es mi temor que creo que moriré ahí mismo. Alarga sus brazos hacia mi y habla.

-Tranquila, tranquila... -susurra mientras sus brazos me rodean delicadamente. Pero los susurros no me hielan. Son agradables. No es la misma escalofriante voz de antes así que me voy tranquilizando. Dejo que los susurros de Draco me llenen y me separo suavemente. -¿Estás bien?
Asiento con la cabeza. Sigue teniendo un semblante serio, aunque ahora está más calmado.

-¿Que te ha pasado? -vuelve a preguntar y yo asiento una vez más. Se levanta del suelo y me ayuda a ponerme en pie. Me tambaleo y Draco me agarra. -L-lo siento, no debí ponerme de esa forma. No creo que seas hija de muggles así que olvidarlo. Ven, te llevare donde la señora Pomfrey, ella te ayudará.

-¿Y Cantalaise? -pregunto al reparar en su presencia.

-Ni idea, salió volando cuando te mareaste, que por cierto, ya es la segunda vez que te pasa estando conmigo -esbozo una sonrisa, o eso intento cuando, como si nos hubiesen oído, veo a Cantalaise volar a baja altura hacia nosotros. Miro un poco más y consigo divisar a Hagrid y a la profesora McGonagall que caminan veloces hacia nosotros.

-¡Santo cielo! ¿Está usted bien _____? Esta criatura nos trajo aquí -dice McGonagall alterada.

-Estoy bien, no ha pasado nada.

-Pero juraría que Cantalaise...- comienza Hagrid, pero le corto.

-No os preocupéis, en serio.

-No, si hay que preocuparse, no es normal lo que te pasa. No son simples mareos, siempre chillas de dolor -interviene Draco para mi sorpresa . -Profesora, debería ir a ver al director. Quizá el pueda ayudarla.

                                                     *               *              *

Sin darme tiempo a negarme me han traído frente a Dumbledore, con quien estoy ahora mismo a solas.

-_______, hace semanas viniste buscando ayuda para recuperar tu memoria. ¿Y cuantos fragmentos dices que has logrado reunir hasta ahora?

-Tres, señor.

-Por lo visto dos de ellos has sido revelados a causa de la presencia del joven Malfoy, interesante...-se hace un silencio en la sala que decido romper.

-Profesor... tenía... tengo la sensación de que mi historia no acaba bien. Creo que existe una conexión entre dos de mis recuerdos.

-¿De qué se trata?

-Verá... yo estoy en un gran patio de piedra, dónde tres personas me entregan una especie de huevo dorado. Éste se abre dando lugar a una criatura oscura. Pronto las sombra empiezan a atacarnos acabando con todo, excepto con una de las personas que me ha entregado el huevo, parece ser su líder o algo, lo extraño es que no puedo ver los rostros de la gente, únicamente los claros ojos grises de aquel que me persigue. En el siguiente recuerdo me meto en unos túneles, aún cargando esa criatura que no logro distinguir, intentando protegerla, y cuando voy a hallar la luz el ser de ojos grises vuelve a toparse conmigo haciendo que el pánico me invada.... y acaba, no se más. Pero eso me lleva a pensar que quizá mi mente se bloqueó por algo, quizá mi pasado es tan duro que nadie podría soportarlo sin perder la cabeza. Y eso me asusta...

Dumbledore me mira pensativo. No pensé que lo próximo que diría me afectaría tanto.





           "Esos recuerdos encerrados en una caja que jamás debió ser abierta"






sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 10

Estupendo, llevo veinte minutos con el zorro, al que he decidido llamar Cantalaise, en honor al frío y fuerte viento que desprende cuando se desplaza, y el animal no ha aprendido más que su nombre. Eso sin contar las tres o cuatro veces que se me ha echado encima y casi muero aplastada, aunque creo que ya ha comprendido nuestra diferencia de fuerzas. Bueno, Hagrid lo necesita para dar clase así que sólo tengo que hacer que se familiarice con los humanos, no creo que sirva enseñarle a dar la patita o hacerse el muerto como un vulgar chucho. ¡Dios! Mi cabeza está hecha un lío. ¿Por dónde se supone que tengo que empezar? Me acerco a un pedrusco y me siento con la cabeza entre las manos. Segundos después noto el enorme y húmedo hocico de Cantalaise frotarse contra mi frente.

-¿Podrías ayudar, no? -le pregunto irónica. Éste ladea la cabeza agachando las moteadas orejas. -En fin...Empecemos otra vez. -digo acariciando su cabeza. Él se sacude y acerca su lomo a mi, agachándose considerablemente. -¿Qué quieres? -pregunto. Por toda respuesta el se agacha un poco más. No es posible, ¿Querrá que me suba encima?¿Es eso?. Pruebo a montame con cuidado y en cuanto me asiento se levanta y empieza a galopar en el aire. Debería ser una experiencia increíble pero estoy a punto de caerme y me agarro como puedo al pelaje de Cantalaise, lo que me mantiene considerablemente ocupada como para fijarme en las vistas. Si sigue así me voy a avalanzar hacia el suelo en breves. Hago un último esfuerzo por no caerme cuando repentinamente Cantalaise comienza a trotar en linea recta, lo que me proporciona facilidad para ponerme derecha otra vez. Cuando ya estoy segura encima del animal consigo ver el sitio donde me ha traído. Es espectacular. El cielo se alza imponente encima de nuestras cabezas mientras que un mar de nubes flota bajo las patas de Cantalaise.

- Cantalaise esto es precioso - le digo. El comienza a trotar más rápido cuando me oye y al cabo de un rato consigo sujetarme lo suficiente como para dejar que él haga todo tipo de piruetas en el aire, a cada cual más emocionante. El tiempo se me pasa literalmente volando y de repente me acuerdo de la clase de Hagrid, tengo que estar allí pronto.

- Bajemos rápido amigo -apresuro. Ambos descendemos en picado tan rápido que las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos. Cuando traspasamos el manto de nubes logro ver el bosque prohibido, y no mucho más lejos, el claro. Se lo señalo al zorro y volamos hasta aterrizar sólo para encontrarnos con un preocupado Hagrid.

-¿Dónde estabas? ¡Creí que te había perdido! No me des esos sustos -dice aliviado.

-Lo siento -contesto sonriente- Quizá no deberías haberme dejado sola en un bosque que no creo que se llame prohibido porque esté repleto de conejitos.

-Touché, oye, ¿Acabas de aterriza a lomos del zorro de Ventalia? -dice cuando por fin su mente se despeja. -¡No creí que lograrías tanto! ¡Enhorabuena!- grita emocionado.

-No se si agradecerte los cumplidos o remarcar tu falta de confianza en mi -digo y los dos reímos.

 Al cabo de un rato logramos conducir a Cantalaise sin que se distraiga hasta el espacio donde se da la clase, ahora sólo queda esperar a que llegue la gente. Aunque parece que nuestro zorro le ha cogido bastante manía a Hagrid espero que no sea así con el resto. No me gustaría que a parte de meterse conmigo por decir que hago trampas en el Torneo me acusen de que mi zorro gigante ha intentado comerse a un alumno.
Por otro lado, he descubierto que a Cantalaise parecen gustarle mucho los ratones. Así que he cazado unos cuantos con Hagrid para premiarlo al final de la clase. Me estoy poniendo un poco nerviosa con tan sólo pensar en la de cosas que podrían salir mal. Espero y confío en que Hagrid sepa lo que hace.

Oigo voces que se acercan por el camino y agarro a Cantalaise, más por mi que por él. Puedo salir por patas en cualquier momento. Los primeros en llegar son un grupo de alumnos de Slytherin que he visto por los pasillos alguna vez. Pegan un brinco al ver a la enorme bestia pero los paro antes de que griten.

-¡No chilléis! No os hará daño. Hagrid me ha pedido que os diga que os vayais sentando por aquí -digo señalando un largo muro semicircular en ruinas que está siendo absorbido por la madre naturaleza. Sin decir nada y con mucha cautela se sientan. Por suerte Cantalaise no parece estar nervioso, más bien le intriga el grupo de estudiantes. Momentos después Harry Ron y Hermione seguidos de Rachel aparecen corriendo.

-¡Madre mía ______! Hagrid nos lo había dicho pero aún viéndolo cuesta creerlo - dice Hermione emocionada.

- Un zorro de Ventalia -dice Ron -mi padre me ha hablado sobre ellos, dice que sólo habitan en parajes fríos ¿Qué hará aquí?
Me encojo de hombros ante su pregunta y los cuatro se sientan cerca mientras llega el resto de la clase. Los últimos en aparecer son Draco y sus gordiamigos. Me dirige una fría mirada y se sienta sin apenas mostrar asombro por Cantalaise. Me estoy poniendo cada vez más nerviosa, hay mucha gente y me da miedo que algo salga mal, eso quitando la constante presión que me suponen los grises ojos de Draco cuando se cruzan momentaneamente con los míos. Por suerte cuando estoy a punto de salir corriendo aparece Hagrid con una sonrisa en la cara.

-Buenos días. Bien, como os podréis imaginar, en la clase de hoy os hablaré de los zorros de Ventalia. Para los que no lo sepan esto es un zorro de Ventalia -dice señalando a Cantalaise -Su elemento es el viento y suelen vivir en climas fríos y tempestosos, por suerte para nosotros la fundación de protección de animales y criaturas mágicas perdió a este pequeño hace un par de semanas y en agradecimiento por encontrarlo nos han permitido usarlo como modelo. Veamos ¿Qué más podéis decirme sobre estas criaturas? -pregunta. Como siempre la mano de Hermione es la primera en alzarse. -Bien Hermione, ilumínanos.

-Gracias profesor, los zorros de Ventalia, también conocidos como furias ventosas, son enormes criaturas con aspecto zorruno que crean grandes corrientes de aire con sus patas, lo que les permite desplazarse volando a grandes velocidades. Aunque no son excesivamente agresivos es prudente no acercarse a ellos, se han conocido casos de descuartizamiento por molestar a estas criaturas. -concluye.

-Estupendo señorita Granger, cinco puntos para Gryffindor -dice Hagrid guiñándole un ojo.

-¿Eso quiere decir que nos podría matar? -pregunta Neville Longbottom asustado.

-Todas las criaturas mágicas pueden, eso nunca lo dudes, pero no creo que Cantalaise os haga daño, ______  se ha hecho cargo de él.

-Entonces será mejor que nos alejemos mucho más -dice Draco, a lo que los dos gordiamigos se ríen. ¿Cómo se puede portar así? Si mi mirada fueran cuchillos él ya estaría muerto. Cantalaise se da cuenta y le empieza a gruñir también así que para evitar percances le doy un ratón.

-Puedo aseguraros que no pasará nada -dice Hagrid cuando la clase empieza a alterarse. -y os lo demostraré. Bien, ¿Quién quiere venir a acariciarlo?

Todos empieza a susurrar y se echan para atrás asustados, y aunque mis amigos no se mueven ninguno levanta la mano. En la cara de Draco se dibuja una media sonrisa de suficiencia.

-¿Es que os da miedo un zorrillo campero como éste? -dice riendo. Sin pensarlo comienza a acercarse con paso firme. Agarro a Cantalaise más fuerte, no se por qué pero desde la última vez que hablé con Draco siento una desagradable sensación cada vez que se acerca. Se para justo en frente de Cantalaise, a quien no parece agradarle, y extiende una mano hacia su cabeza. Siento los músculos del zorro tensarse, a punto de saltar, y le agarro con más fuerza todavía. Cantalaise me mira agachando las orejas.

-Por favor no....-le susurro. Parece entenderlo porque se deshace de mi abrazo y pone su hocico debajo de la mano de Draco, sin embargo tengo un mal presentimiento.
En efecto. Cuando parecía que Draco se iba a regodear otra vez por su logro Cantalaise se le hecha encima y comienza a lamerle la cara entera con picardía. No puedo evitar reírme a carcajadas y el resto de la clase lo hace conmigo. Mientras, Draco sigue intentando zafarse de la gran criatura sin mucho éxito aparente.
Cuando consigo dejar de reírme indico a Cantalaise que se aparte y él lo hace obediente. Draco, ahora despeinado y con la cara empapada se levanta con una mueca de asco.

-¡Maldito bichejo! -exclama ofendido - Haré que pagues por esto -continúa en voz baja. No estoy segura de si me lo ha dicho a mi o al animal pero a judgar por el odio que desprende me inclino por la primera opción. Acto seguido recoge sus cosas y se dirige al castillo.

Ya no estoy tan segura de que tenga un lado bueno.





                 "No recuerdo haberme sentido antes tan sola"


jueves, 19 de septiembre de 2013

Capítulo 9

- ¿Disculpe? - espero haber oído mal.

- El Cáliz te ha seleccionado para participar en el Torneo. - repite.

- Pero si ni siquiera quería participar, y además no tengo diecisiete.... Esto tiene que ser un error.

- No lo es querida _______. No sabemos tu verdadera edad, aunque es verdad que no pareces mayor. Aún así el Cáliz quiere que participes. Personalmente creo que es tu billete para descubrir que te ocurrió. - me dice apoyando su mano en mi hombro. De alguna forma es reconfortante y me hace sentir mejor. Dumbledore me dedica una sonrisa y se marcha. Cuando llega a la puerta se gira y me dice - No te preocupes, lo harás bien. -Dumbledore sale del aula y me quedo sola.

Sola con un miedo que se va haciendo cada vez más grande.

                    
                                                  *                           *                            *


    Pasa una, dos semanas, y por fin llega el día de la elección. Estoy muy nerviosa, desde aquel día mi mente ha sido un completo caos. Hermione, que es curiosa por naturaleza, consiguió que le contara lo que me dijo Dumbledore, y por la misma regla de tres se acabó enterando toda la escuela. Ese último dato no ha hecho más que causarme problemas. Los alumnos mayores me miran con recelo, otros me temen y los hay incluso que han llegado ha amenazarme. Y para colmo de males no tengo ninguna seguridad de que participar me haga recordar más rápido. Por otro lado, Harald y yo nos hemos hecho buenos amigos. Se sentía culpable por lo que hizo Darius así que se ha disculpado varias veces, es de las pocas personas que no se han puesto en mi contra y en parte me ha ayudado bastante.

Salgo de la cabaña de Hagrid hacia el colegio. La ceremonia es a la tarde por lo que tendremos que asistir a clase a la mañana. He salido con tiempo así que me paseo por los pasillos vacíos de la vieja escuela. Al doblar una esquina me encuentro con Peeves, el travieso poltergeist que no para de atormentar a la pobre gata de Filch. Esta sale huyendo despavorida mientras Pevees revolotea riéndose sin parar. Salgo de ahí para evitar que haga cualquier comentario despectivo sobre mi situación. No es la primera vez que pasa.
Sigo caminando hasta el segundo piso. Cuando paso cerca de unos grandes ventanales una lechuza negra azabache se cuela en el pasillo y se posa en mi hombro. Ya me he acostumbrado al correo aéreo así que le cojo el sobre que lleva en el pico y le hago una caricia antes de que despegue otra vez. Una vez pierdo de vista a la lechuza centró mi atención en el sobre. Parece que es de Hagrid.

                                Hola ______:
                                     
                               Ya se que estás muy agobiada por el Torneo y estoy al tanto de los
                               pequeños incidentes que te han causado los demás alumnos. Aún así
                               me gustaría pedirte un favor, no lo haría si no fuera estrictamente
                              necesario. Reúnete conmigo después de la primera hora en el huerto
                              de calabazas. 
                               Un saludo

                               De tu amigo 
                               Hagrid 

                              PD: Enseña esta carta al respectivo profesor para justificar tu ausencia

¿Qué querrá? Bueno, ya lo descubriré luego. Sinceramente me vendría bien distraerme un poco. La primera campana no tarda en sonar así que me dirijo a las aulas. Como siempre, la clase de Historia de la magia del profesor Binns es soporíferamente aburrida. Cuando termina voy donde Snape a enseñarle la carta de Hagrid y me mira evidentemente molesto, me hace un gesto con la mano para que me retire y voy hasta el campo de calabazas. Allí me encuentro con un sonriente Hagrid que me dice que lo que vamos a hacer me va a encantar. Cogemos unas cuantas cuerdas y nos dirigimos al bosque oscuro.

-¿ Qué se te ha perdido aquí Hagrid? -le pregunto cuando llegamos a una parte escalofriantemente tenebrosa.

-En seguida lo descubrirás. ¡Vamos! No queda mucho -dice emocionado. Tras unos diez minutos llegamos a un pequeño claro. - Hemos llegado. Este es el lugar.

-¿Aquí? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Para qué son estas cuerdas? -pregunto curiosa.

-Shhhhh, enseguida lo sabrás. Ahora observa. -Saca una pequeña flauta de madera y entona cuatro notas formando una melodía que resuena en el aire durante unos segundos. El silencio se vuelve a adueñar del lugar.

-¿Hagrid? -comienzo, pero vuelve a cortarme.

-Shhhhhh! Atenta. -Nada más acabar la frase se empieza a levantar un viento descomunal. La ramas de los árboles bailan al compás del viento que remueve mis cabellos. Pequeñas motas de polvo se meten en mis ojos así que los cierro hasta que noto el viento cesar. Lentamente vuelvo a abrirlos para ver una criatura que jamás creí que existiera. Tiene aspecto de un zorro salvaje, pero es tres veces más grande y enormes remolinos de viento parecen salir de sus patas. El animal nos mira cauteloso, es extraño, no parece saber como ha llegado hasta aquí.





-Es un zorro de Ventalia -dice Hagrid muy bajito -Ha estado causando problemas con los pollos y los conejos así que Dumbledore me ha dado permiso para cazarlo.

-¿Lo vas a matar? -le pregunto horrorizada.

-¿Matarlo?¿Qué tonterías son esas? Solamente hemos de atraparlo, por eso necesito tu ayuda. La flauta que he tocado es como un imán, la melodía les atrae terriblemente. Ahora sólo tenemos que ganarnos su confianza. Inclínate, muéstrale tu respeto. Yo ya lo he intentado pero no se fía de mi, he pensado que quizá tu lo convenzas de que no le vamos a hacer ningún daño.

-Está bien. -sin saber muy bien cómo hago una pequeña reverencia.

-Eso es, mantente así. -dice Hagrid. El zorro se mueve inquieto. No parece que esté funcionando, sin embargo Hagrid sonríe fervientemente. Casí un segundo después el zorro da unos pasos hacia delante olisqueando el aire.

-Si, así, no te muevas, te está reconociendo. - Parece que al final mi amigo tenía razón. El animal parece más tranquilo y se acerca despacio hacia mi. Me atrevo a levantar un poco la cabeza pero él retrocede así que la agacho, incando una rodilla en el suelo. Lentamente vuelve a acercarse. Ya noto su respiración en mi frente. Esta vez, sin hacer ningún movimiento brusco, alzo la cabeza con cuidado y veo su enormes y perfilados ojos verdes. Inclina un poco la cabeza durante unos segundos y se sienta ante mi. Miro a Hagrid confundida pero sin perder la compostura.

-Intenta acercarte tu a él ahora -susurra.

Me pongo en pie lentamente y alargo mi mano hasta casi rozar el hocico del enorme zorro. El ladea su cabeza pero no hay temor en su mirada así que poso delicadamente mi mano en su cabeza. Su pelaje es suave y caliente. Sorprendentemente el gran zorro avanza en mi dirección haciendo que mi palma recorra todo su lomo hasta la cola.

-¡Increible! Estaba seguro de que lo lograrías, pero no tan rápido -me dice Hagrid.

-Gracias, creo.

-De acuerdo, ahora debes domesticarlo antes de la clase de cuidado de criaturas mágicas. Tengo intención de usarlo de modelo. ¡Buena suerte! -dice mientras se aleja.

-¡Hagrid! ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo? No se hacerlo y además apenas queda hora y media para la clase.

-Entonces menos cháchara y más trabajo. Vendré en un rato a ver cómo lo llevas. ¡Adios!

Sin quererlo ni tomarlo me he quedado a solas en el bosque prohibido con una bestia que podría tragarme viva.

¡Yupi!


 

"Tal es el torbellino de recuerdos que quizá sea mejor que la espesura del bosque lo retenga"





martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 8

Regreso al cobertizo y me derrumbo en la cama. Escondo la cara en las sábanas a pesar de que no hay nadie, pensando en la conversación que acabo de tener con Draco. No soporto que quiera esconderse tras la máscara de otra persona. Me tranquilizo poco a poco. No pienso rendirme. Ya más animada recojo las cosas y me voy a dormir. Mis últimos pensamientos antes de sucumbir al cansancio son para él.



      A pesar de ser día libre, hoy nadie ha salido de la escuela solamente para poder ver las inscripciones de los candidatos al torneo. El cáliz está en el mismo sitio de anoche, salvo por el luminoso círculo mágico que lo rodea.

- ¿Qué es eso? - le pregunto a Hermione.

- Es un círculo de edad. Dibujado por el mismo Dumbledore, sirve para echar a los tramposos menores de diecisiete.- me explica.

- Muy práctico.

- Ya ves.

Nos pasamos toda la mañana viendo como la gente se presenta. Tras la comida volvemos al lugar sólo para ver cómo falla el tedioso plan de los gemelos, y cómo el círculo se encarga de lanzar por los aires a todos los que intentan colarse simplemente rozándolo. En un momento llega un tal Víctor Krum, es el ídolo de Ron y al parecer un profesional del quidditch. Mete en papel con su nombre en el cáliz y se marcha. Tras él el trío de Durmstrang del que escapé el otro día se dispone a arrojar sus papeles también.

- No se ni por qué se molestan - dice Rachel al verlos. Me sobresalto ¿Cuándo ha llegado?.

- ¿Por qué dices eso? - pregunta Hermione.

- Por favor... sólo mírales, parece un trío de idiotas.

Tanto Hermione como yo estallamos en carcajadas haciendo que los "idiotas" se giren hacia nosotras. Mierda.

- ¿Qué os hace tanta gracia? - dice el bajito.

Hermione se calla rápidamente pero aunque yo lo intento no puedo parar. El chico que recibió mi patada no se lo piensa y me agarra por el cuello elevándome considerablemente del suelo. Todo el mundo nos mira, horrorizados. Me cuesta respirar y la mirada de odio del estudiante me aterroriza.

- ¡Hey! Darius, suéltala... - le dice el tercero del grupo, el cual parece el más sensato. Aún así su voz no es más que un leve susurro. Se ve que sus amigos también están sorprendidos de su conducta.

- ¡Cállate Harald! Esta muchacha ya ha sobrepasado el límite y lo va apagar.

Estoy aterrara y no consigo sino emitir sonidos extraños cada vez que intento hablar. No me llega el aire a los pulmones y empiezo a ver borroso.

-¡Para ya, la vas a matar! - Grita Rachel horrorizada. Harry y Ron intentan avalanzarse sobre el tal Darius pero el hombre bajito, que ha acabado disfrutando de la situación, les bloquea. No aguanto más, noto como mis pulmones piden oxígeno desesperadamente pero no lo consiguen. Intento zafarme y darle otra patada pero sin éxito. Siento que la vida se me escapa. Ya está. No lograré conocer mi pasado. No podré hacer que Draco sea libre de ser él mismo. No voy a conseguir nada. Justo cuando el último atisbo de vida se agota veo un puño plantarse en la cara de Darius, que me suelta haciendo que me estrelle contra el suelo. Lleno mis pulmones de aire. Nunca creí que me alegraría tanto de hacerlo. Me fijo en el que acaba de atacar y me encuentro con el decidido rostro de Harald. La acusadora mirada de Darius, que hasta ahora dirigía a su amigo, vuelve a posarse en mí. Veloz como un rayo me agarra de la camisa y me lanza por los aires hacia el Cáliz. Los gritos horrorizados de todos me hacen darme cuenta de algo. Si choco contra el círculo de edad saldré volando hacia la pared. Cierro los ojos para prepararme para el impacto.
Pero este no llega.

Simplemente ruedo por el suelo sin hacerme demasiado daño. Sorprendida me incorporo. Estoy dentro. Esto está mal, no debería ser así. Miro a Hermione en busca de respuestas pero la duda está presente también en sus ojos. Justo cuando todos creían que ya no podía haber más sorpresas el llameante fuego azul del Cáliz se vuelve carmesí. Aprovechando la distracción Darius vuelve a dirigirse a mí, ya casi noto su puño en mi mandíbula cuando las puertas del aula se abren dando paso a Dumbledore e Igor Kárkarov.

- ¿ Qué está pasando...? - pregunta Dumbledore y me mira. Una mirada seria y preocupada, una mirada que recordaré el resto de mi vida. - Todos fuera. - dice. Y no le hace falta repetirlo. En unos segundo todos comienzan a evacuar. Yo hago lo mismo pero Dumbledore me indica que me quede. Por otra parte veo a Igor agarrar severamente la nuca de Darius mientras lo arrastra fuera. Dumbledore y yo esperamos pacientes a que todo el mundo salga. El último en salir es Harald, que me dedica una dulce mirada antes de dejarme a solas con el director. Éste me indica que me siente en uno de los pupitres. Le obedezco en silencio. Su penetrante mirada no se aparta ni un segundo mientras lo hago, y cuando no queda más remedio le miro directamente a los ojos.

- ________ - dice serio- Participarás en el torneo.





              "El poder de las llamas te guiará en tu camino hacia la verdad"



lunes, 9 de septiembre de 2013

Capítulo 7

- Por fin te encuentro - dice el más alto con un marcado acento nórdico.

- ¿Te conozco?

- Oh! Por supuesto. Esta mañana no has tenido reparos en arroyarme y largarte sin más. En el lugar de donde yo vengo eso se llama desafío, y los desafíos se resuelven luchando.- dice.

-¿Quieres que pelee contra ti? Gracias pero no. Tengo que ayudar a un amigo así que si no te importa me largo ya. - ¿Cómo espera luchar aún con la gran diferencia tanto física como mental que hay entre nosotros? Es decir, estaría acabada en el primer minuto.

- Por supuesto que quiero. Me da igual que seas mujer. ¡Desenfunda tu varita!  - me ordena en un tono tan amenazante que comienzo a sacar el cetro. Su mirada, hasta ahora desafiante, se torna en sorpresa al verlo. En ese preciso momento en que sus ojos ya no están atentos a cada uno de mis movimientos, en el que el desconcierto le ciega levemente, aprovecho para atacar, aunque no de la forma que él esperaba. Le propino una fuerte patada en la espinilla que le hace caer al suelo y abre un espacio entre él y sus colegas por donde huyo rápidamente.No me paro ni me giro, tan solo sigo corriendo hasta llegar donde Hagrid.

- Buenas tardes, siento no haber podido venir antes. - le digo sin aliento.


- No hay problema, pero ahora cámbiate y ven, te explicaré unas cuantas cosas. - asiento y entro en el cobertizo. Allí dejo los libros y el cetro. Me cambio de ropa y me pongo lo que de ahora en adelante será mi ropa de trabajo. Una vez lista salgo afuera.

- Bien, estoy preparada ¿Por dónde empiezo? -  le pregunto a Hagrid.

- Primero ayúdame a sacar las bolsas de repelente de babosas carnívoras de la caseta de los trastos. Luego ya veremos.

Dicho y hecho. Rápidamente aunque no sin esfuerzo tenemos las cuatro grandes bolsas en el huerto.

- Ahora atiende - dice - Tienes que rocíar el veneno con cuidado por el tallo y las hojas. No te pases o las plantas morirán. No te quedes corta o se las comerán. Y eso es todo, ya puedes empezar.

Me paso toda la tarde envenenando las babosas del gran huerto. Al acabar me ducho y me pongo mi único pijama. Estoy en la cama leyendo el libro de historia de la magia cuando Hagrid llama a la puerta.

- ¡Vaya! - dice al verme en pijama - Venía para ver si querías ir a cenar a gran comedor pero ya veo que no. Entiendo que estés cansada. Hoy ha sido un día duro, pero no te acostumbres, no podrás estar sin cenar toda la vida. Descansa, nos vemos en el desayuno.

- Gracias Hagrid. - me sonríe antes de cerrar la puerta. Para ser un primer día si que es verdad que ha sido intenso. Sin mencionar el extraño recuerdo que he tenido. ¿Qué sería esa cosa que llevaba en brazos? Entre tanta duda e incógnitas me voy quedando poco a poco dormida.



       Ya han pasado cinco días desde que conseguí el cetro. Desde que obtuve mi segundo recuerdo. Han sido bastante tranquilos. Rachel y Hermione me pusieron al día con todas las materias y el uso de la magia se ha convertido en algo habitual. Aunque mi cetro no sea tan práctico como una varita a la hora de transportarlo, debido a eso he tenido que improvisarme una funda que me cuelga del cinturón. Rachel se ríe de mi continuamente diciéndome que parezco un espadachín. En fin, qué se le va a hacer. En todo este tiempo he intentado varias veces hablar con Draco, darle las gracias por esperar en la enfermería para darme mi cetro, pero sin resultado. Entra y sale de clase tan rápido como un rayo, apenas me da tiempo a saludarle, me está evitando pero no me voy a rendir. Puede que me esté haciendo demasiadas ilusiones pero estoy dispuesta a hacer que Draco se vuelva buena gente. Así que lo seguiré intentando.

Estamos a martes y el director nos ha convocado a los tres colegios en el gran comedor. Creo que lo que tiene que decir tiene algo que ver con el torneo de este año. Una vez entramos al comedor nos hecemos sitio en la mesa de Gryffindor, donde Harry y Ron esperan acompañados de los gemelos Weasly. Al sentarnos me fijo en la pícara mirada que George le echa a Rachel, y como ella le ofrece una amplia sonrisa.
Cuando esta todo el mundo reunido me percato de la sábana que cubre un gran objeto en mitad de la tarima. Justo en ese momento Dumbledore se levanta de su asiento y comienza su discurso.

Empieza a hablar de las reglas del torneo. Las tres pruebas de las que está compuesto se consideran tan peligrosas que el Ministerio sólo permite la participación de mayores de diecisiete años. A parte de eso sólo un mago de cada escuela puede participar. Cuando termina de explicar tira de la sábana descubriendo un hermoso cáliz que empieza a crear una llama de fuego azul. Es precioso. 

- El Cáliz de Fuego - dice Dumbledore - Él se encargará de elegir a los tres participantes, para ello habéis de escribir vuestro nombre en un papel y arrojarlo al fuego. Eso es todo. ¡Qué comience el banquete!

La cena pasa tranquila, oímos a los gemelos planear travesuras para poder participar y cómo Hermione se burlaba de ellos por las sandeces que dicen. Cuando terminamos nos quedamos en la sala común hablando un rato más. Cuando ya es demasiado tarde decido volver con Hagrid. Recorro los pasillos en silencio y cuando casi llego a la salida un resplandor azulado proveniente de una habitación me distrae. Me acerco a la puerta, curiosa. En su interior veo el resplandeciente Cáliz llamear plácidamente. Su llama es casi hipnotica. Me quedo embobada a saber por cuanto tiempo, contemplando la pureza del objeto cuando alguien a mi espalda me llama sobresaltándome.

- ¡AAAA! - gritó.

- Shhhhhhhhh  ¡No hagas ruido! - me dice la persona. En la oscuridad logro distinguir una cabellera rubia.

- ¿Malfoy?

- Si, soy yo. ¿Qué haces en los pasillos tan tarde?

- Podría preguntar lo mismo, pero sospecho que no me vas a contestar. - me mira alzando una ceja.

- Buena observación - dice. - Entonces tu y yo jamás nos hemos visto - hace ademán de irse pero le detengo.

- Oye Draco, ¿Por qué has estado evitándome? - pregunto.

- ¿Qué te hace pensar que te evitaba a ti? - responde sarcástico.

- ¿A quién entonces? ¡Vamos que no cuela! He intentado hablar contigo varias veces. - le digo.

- Hablar... ¿De qué?

- Quería darte las gracias. La enfermera  me dijo que esperaste varias horas a que me levantara para entregarme tu mismo el cetro - le suelto. Se sonroja visiblemente aún a oscuras pero súbitamente su expresión se vuelve seria.

- Oye, mira, no ha sido nada, simplemente me sentía en el deber, pero eso es todo. Tu y yo no debemos hablarnos como ahora. Fue un gran error que nos enviaran juntos a por tu cetro. Piensas que soy buen chico por ello, pero te equivocas. Ni de lejos soy buen chico, como te han podido contar tus amiguitos. Asúmelo. A partir de hoy haremos como si nada hubiese pasado. Tu irás con Gryffindor y yo con Slytherin, cada uno por su lado sin tener que volver a cruzarnos. - dice y se marcha dejándome sola en el pasillo.

Por alguna razón me ha sentado como un chorro de agua fría.







                     "Como si un frío manto de agua envolviese mi cuerpo"

 

 

 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 6

Hace diez minutos que el señor Ollivanders se ha metido entre las estanterias y aún no vuelve. Parecía muy emocionado cuando nos ha dejado aquí. El ambiente se tensa mientras esperamos así que decido romper el silencio.

- Oye... lo de tu nariz... lo siento. - digo.

- No has sido tu, sino la asquerosa de tu amiga, no deberías disculparte - contesta cortante.

- ¿Sabes? no se ni por qué lo intento... por borderías como esta mereces tener la nariz así. - Intento ser un poco amable y me da por saco el muy....

- ¿De verdad? - dice interrumpiendo las soeces que iba a decir. Le miro sorprendida - Quiero decir... bah, déjalo.

- No, no lo dejo. ¿Qué ibas a decir? - no me lo creo. ¿Es una disculpa lo que veo asomarse en sus labios?

- Iba a decir que lo de esta mañana ha sido un mísero pasatiempo. Si quisiera ser borde no me habría cortado tanto. - dice puliendo una malévola sonrisa. Con que al muy asqueroso le da verguenza disculparse...
Justo cuando iba a responderle el señor Ollivanders hace su aparición. Esta vez lleva una caja mucho mas grande y larga que las anteriores. La coloca encima de la mesa.

- Esto no es lo que se dice una varita. Pero no creo que queden más opciones. Eres una joven muy particular. - abre la caja y me quedo sorprendida al ver el interior. Es como un bastón de madera con una germa turquesa al final y otra mas pequeña en el inicio. Esta última está adornada por lo que parecen dos alas de murciélago talladas. Es bastante extraño, tanto que incluso Draco presta algo de atención.

- ¿Qué es esto? - pregunto aún examinando el bastón.

- Es un cetro. Pertenecía a los Ginetes del fuego. Aunque de eso hace ya mucho, tanto, que este pequeño lleva guardado dos siglos esperando un dueño. Prueba a ver, tal vez te estaba esperando a ti.
Lo deja encima de la mesa en vez de tendérmelo. Acerco mi mano para cogerlo y centímetros antes de tocarlo éste vuela hacia ella. ¿Cómo? lo agarro con fuerza y miro al señor Ollivanders, quien sonríe con satisfacción.

- Agítalo

Sin pensarlo dos veces obedezco. Al hacerlo la gema más pequeña se ilumina y el cetro comienza a arder. Quiero soltarlo pero no puedo, como si me hubiesen pegado la mano. Aún así no siento nada, no me quemo. El fuego que hasta ahora quemaba sólo el cetro comienza a avanzar a traves del aire, como una serpiente ardiente. Rodea mi cuerpo haciéndome sentir una ola de calor agradable hasta finalmente desvanecerse.

- Vaya, vaya... Nunca creí que vería esto - dice Ollivanders. - Te ha elegido. Realmente eres una muchacha especial.
- ¿Está seguro de que es el adecuado? - pregunto.

- Al cien por cien, créeme, llevo en este negocio mas tiempo del que puedas imaginar. - contesta mientras guarda el cetro en su funda y me lo tiende. Estoy a punto de cogerlo cuando recuerdo que no tengo dinero.

- Señor no tengo con qué pagarle. Si quiere podría venir a ayudarle....

- No te voya a cobrar nada - me interrumpe.

- ¿Disculpe?

- No te preocupes pequeña, este cetro nunca ha sido mio. Yo solo lo mantenía a buen recaudo hasta que volviese el legítimo dueño. Aquí tienes - esta vez si lo cojo, todavía algo insegura.

- No se qué decir, muchas gracias señor.

- No me las des, pero cuídalo bien, es el último de su especie. - dice muy sonriente. Le devuelvo la sonrisa y me despido. Salimos de la tienda y nos dirigimos de vuelta al puesto donde se haya la chimenea.

- ¿Un cetro? Mi padre me ha contado algo sobre ellos. Son como grandes varitas que se especilizan en algo. El elemento del tuyo parece ser el fuego. - dice con interés.

- ¿Porque soy una chica muy ardiente? - bromeo poniendo una postura ridículamente sexy. Draco suelta una gran carcajada. No, definitivamente no es mal chico, sólo hay que darle el empujón.

- ¿Sabes? No me trago tu rollo de chico malo. - digo. - Sólo finges ser un borde repulsivo, pero hazme caso, no te sienta bien. - dejo caer la frase como un comentario cualquiera aunque el significado es mas profundo de lo que me gustaría. Al ver que no contesta le miro. Un leve rubor cubre sus pálidas mejillas. Gira su mirada enfocando sus claros ojos grises en mi. Esos ojos.... empiezo a ver borroso y marearme y de repente me encuentro corriendo a traves de un estrecho túnel de piedra. Apenas hay luz salvo por la pequeñas antorchas que se van sucediendo en el trayecto. Estoy nerviosa, más de lo que debería. Corro cada vez más rápido. Llevo algo en brazos, una borrosa sombra negra que no logro distinguir. Aunque no la vea se que tengo que protegerla con mi vida. Impulsada por ese sentimiento avanzo cada vez más rápido hasta que veo la luz al final del túnel. El alivio empieza a asomarse en mi garganta pero rápidamente se transforma en pánico al ver la recortada silueta de un hombre en la salida. Las sombras le cubren el cuerpo pero dejan a descubierto sus ojos.

Unos fríos ojos grises.


Despierto en una gran habitación llena de camillas. Una enfermera se me acerca y me tiende un vaso de lo que parece medicina y luego va a abrir la puerta de la enfermería. Nada más hacerlo entra Rachel seguida de Hermione.

- ¿Cómo te encuentras? - me preguntan.

- Relativamente bien - sonrío - ¿Qué ha pasado?

- Te desmayaste cuando volvías del callejón Diagón. Por suerte Hagrid estaba comprando repelente de babosas carnívoras por allí y te trajo hasta la enfermería. -  me explíca Hermione.

- ¿Y cuánto llevo durmiendo?

- Un día entero. Estábamos preocupadas - dice Rachel.

Nos pasamos una hora entera hablando hasta que al final la enfermera les echa. Tengo que reposar unas horas más antes de poder regresar así que decido dormir un rato. Cuando me despierto la enfermera me entrega la funda del cetro.

- El joven que la a traído ya ha venído varias veces. Decía que quería dartelo en persona pero como no despertabas se ha resignado -  me dice antes de volver a sus quehaceres.

Con que un joven... Vaya, Malfoy se ha tomado más molestias de las que pensaba. Tengo que darle las gracias. Ya me han dado el alta así que salgo hacia la cabaña de Hagrid. Aún me da tiempo a ayudarle con lo que necesite. Cruzo el patio con paso ligero cuando tres chicos de Durmstrang me cortan el paso.

¿Qué narices?

            "Tal vez lo que buscas esté al final del túnel. Pero tal vez no sea luz lo que encuentres"




martes, 3 de septiembre de 2013

Capítulo 5

- Como era de suponer, alguien con tantas ganas de llamar la atención sólo podría estar en Gryffindor

Me giro para ver la cara del que habla con tanta osadía y me encuentro con la petrificante mirada del chico rubio. Al parecer no me equivoqué al pensar que no era de fiar. Los dos gordos amigos de pelo oscuro ríen a su espalda. Pobres diablos, no hacen más que lamer el trasero del rubiales, que según parece no ha terminado de meterse conmigo.

-  ¿Qué eres?¿Una de esas niñatas prodigio que entran sin pagar porque sus padres son pobres? ja ja ja, no merecéis ni pisar el patio gente de mala calaña - su semblante se vuelve serio al decir eso último.

Aunque Rachel parece estar conteniéndose una hostia bien buena las acusaciones del chico no me afectan en absoluto. Es como estar escuchando el constante sonido de una mosca volar. Es molesto, pero pasas de él.
Justo cuando parecía que Rachel ya no podía más aparecen Harry y Ron seguidos de Hermione.

- Cállate Malfoy - le dice Ron.

- Uuuu ¡Qué miedo! y si no lo hago ¿Me vas a pegar? - dice mientras las albóndigas se ríen. Ron se sonroja levemente dando a entender que no pretende pegarle pero segundos después un puño bien dirigido acierta en la cara del tal Malfoy. Este dirige una mirada cargada de odio hacia su atacante y... ¡Sorpresa! Rachel sacude su mano, algo dolorida por el impacto.

- La próxima vez te metes con _____ un poco más. No te preocupes, mis puños estarán encantados de darle un poco de color a esa cara lechosa que tienes niñato.

Malfoy que ha empezado a sangrar de la nariz se levanta y me mira con ira y sin decir nada sale corriendo seguido de sus gordiamigos.

- Será una asquerosa rata cobarde...- susurra Ron, que por lo visto está muy complacido con el golpe de Rachel - Por cierto, buen golpe.

- Se lo merecía- concluye ella.

- Será mejor que corramos a la próxima clase si no queremos llegar tarde - nos advierte Hermione.

Corremos por los pasillos hasta el aula de defensa contra las artes oscuras. Por el camino Hermione nos cuenta que el nuevo profesor es uno de los mejores aurores de los últimos tiempos, Ojoloco Muddy. Llegamos justo a tiempo. Ojoloco nos indica que nos sentemos y comienza la clase. Habla algo sobre no se qué maldiciones pero no presto mucha atención. Seguidamente pasa a explicarnos sobre los peligros de criaturas monstruosas que tal vez podamos ver en el Torneo de los tres magos. Eso ya es más interesante. Y finalmente pone a la clase a practicar hechizos menores.

- Profesor Muddy - digo - lo siento, no tengo varita.

El profesor se queda desconcertado y oigo la risa burlona de Malfoy, que ahora tiene la nariz vendada. Le oigo susurrar algo de que mis padres no tienen dinero para comprarla. Lo paso por alto puesto que me da igual pero al parecer Muddy también lo oye.

- Señor Malfoy, ya que se muestra tan amable podría acompañar a la señorita a comprar una. - dice echándole una mirada malévola. Malfoy hace ademán de contestar pero finalmente asiente. ¿Es broma? Para empezar no tengo dinero. Para seguir no se usar una varita. Y para terminar no quiero ir con el malcriado este a donde quiera que se compren varitas.

- Avisaré a Dumbledore de vuestra salida. Podéis marcharos ya. - Malfoy se levanta obediente y a mi no me queda otra que seguirle. Una vez en el pasillo me mira.

-  ¿En serio no tienes varita? ¿Qué clase de idiota no trae una varita a una escuela de magia? - pregunta.

- Esta clase de idiota - digo señalándome. Él resopla y se da la vuelta para continuar.

Salimos de la escuela sin compartir palabra. Nos dirigimos a un pueblo que se encuentra relativamente cerca y entramos en una pequeña tienda.

- ¿Aquí venden varitas? - pregunto al no ver ninguna en las vitrinas.

- Por supuesto que no, niña, ¿No sabes nada? tenemos que utilizar polvos flu para ir al callejón Diagón. Allí es dónde venden varitas. - contesta.

-¿Polvos flu? - vuelvo a preguntar. Resopla y se acerca a una chimenea. Allí coge un bol lleno de un polvo verdoso.

 - Tienes que entrar en la chimenea y arrojar los polvos flu mientras dices el nombre del sitio al que quieres ir. Iré yo primero. Observa. - hace exactamente lo dicho y desaparece en una nube verde. Cuando la nube se desvanece hago lo mismo. Los polvos me envuelven y todo empieza a dar vueltas. Súbitamente se para y yo aterrizo con torpeza. Se me engancha un pie en los troncos de la chimenea y caigo hacia delante.

 - ¡Cuidado! - grita Malfoy. Segundos después estoy en sus brazos y sin un rasguño. Rápidamente Draco me suelta y se gira.

- ¿Me acabas de ayudar? ¿O esos polvos eran alucinógenos? - le pregunto divertida.

- Probablemente lo segundo - responde sin mirarme todavía.

- Entonces ¿Por qué escondes la cara? ¿Nunca has estado tan cerca de una chica o qué? - me ha costado decir eso sin reírme pero he sonado segura.

- No es eso! - dice por fin dándose la vuelta. Esta levemente sonrojado.

- Entonces ¿Qué? ¿Te da vergüenza admitir que en realidad no eres tan malo como pretendes parecer? - esta vez si se me escapa un carcajada.

- Déjalo ya ¿Quieres? - me corta.

- Está bien, como mande capitán - digo avanzando hasta la puerta de esta nueva tienda. Aunque se encuentre a mi espalda se que ha sonreído. Puede que sea verdad que no es tan mal chico.
Me guía por el callejón Diagón hasta una tienda llamada Ollivanders.

- Aquí es. - se limita a decir. Entramos, es un sitio muy rural y acogedor. Grandes estanterías llenas de pequeñas cajas se alzan hasta casi rozar el techo. En el mostrador que hay en medio se encuentra un señor de alcanzada edad.

- Buenos días - saludo. El hombre me sonríe.

- A ustedes también jóvenes. ¿Desean ver alguna varita? - pregunta. Resulta un señor muy amable.

- Si por favor.

- Humm.. Veo en tu cara que no sabes cómo va esto ¿Me equivoco? Señor Malfoy, ¿Por qué no se lo explica mientras busco el material? - El hombre se pierde entre las estanterías y yo me giro para mirar a Draco.

- Sólo tienes que saber que tu no eliges la varita. Ella te elige a ti. Tendrás que ir probando hasta dar con la adecuada. - explica. Yo asiento y doy la vuelta justo cuando el dueño sale cargando con un montón de las cajas de las estanterías.

- Ven jovencita, prueba estos modelos. - me tiende una varita de madera y la cojo. - Ahora agitala . - lo hago pero no ocurre nada. - No, parece que no. - me tiende una segunda y la agito nuevamente. Esta vez la lámpara de mesa que hay en el mostrador se rompe en mil pedazos. - No, no, no tampoco.

Tras veinte largos minutos de pruebas todavía no encuentro la varita adecuada. El señor Ollivanders se está desesperando. Se toma muy en serio su trabajo y me ha dicho que no piensa dejar que nos vayamos hasta encontrar mi varita. Tras probar el ultimo montón que ha traído sin resultado me mira pensativo.

-Tal vez...No, no puede ser...¿O tal vez si?




                      "Ella espera escondida entre estanterías polvorientas"

 






lunes, 2 de septiembre de 2013

Capítulo 4

      Me despierto en la mullida cama del cobertizo. Me siento descansada a pesar de que son las seis de la mañana. No se a qué hora desayuna Hagrid pero está claro por los brutales ronquidos que se escuchan que aún no está despierto. No tengo ganas de volver a la cama asi que me ducho y me preparo para el primer día de escuela. Me pongo la camisa blanca, una corbata de tonos rojos y amarillos y la falda. No me siento cómoda asi que me coloco unos pantalones cortos debajo. Dejo la capa para cuando tenga que salir y consulto el horario de hoy. Pociones es la primera clase, seguida de defensa contra las artes oscuras e historia de la magia. Luego el descanso para comer y una optativa, ya pensaré luego a dónde ir, y por último cuidado de criaturas mágicas y la clase de transformaciones.
Genial, son las seis y media, Hagrid no despierta y yo no tengo nada que hacer. Decido dar una vuelta por los alrededores. Me paseo por los huertos de Hagrid. Hay plantas básicas como calabazas y patatas y sin embargo me cuesta reconoces otras muchas. Sin embargo hay una curiosa planta trepadora de grandes hojas y pequeñas flores blancas que desprende un aroma muy familiar, aunque no se su nombre estoy segura de haberla visto antes. Sigo un pequeño sendero que acaba al pie de un lago de aguas cristalinas. La vista es espectacular. Iba a meter los pies en el agua cuando oigo la voz de Hagrid llamándome desde la cabaña. Subo corriendo y entro en la cabaña. La gran mesa esta repleta de suculenta comida. Hagrid me señala la silla libre y me siento. Me cuelgan los pies de lo grande que es. Aún asi como agusto hablando con Hagrid sobre el cuidado del huerto y las plantas. Me cuenta cosas sobre las diferentes mascotas que ha tenido y cuando ya estamos recogiendo todo miro la hora.
Las nueve menos diez. Voy a llegar tarde.
- Lo siento Hagrid, tengo que irme pero ya!! Nos vemos esta tarde.- Corro al cobertizo a por los libros y la capa. También cojo el caldero para la clase de pociones. Corro camino arriba como puedo. Tengo que ir más rápido. Sin  pensarlo corro caza vez más y más. Al llegar a patio central un corpulento chico de Durmstrang se me cruza y lo arroyo, los dos caemos, me disculpo a toda prisa y recojo mis cosas del suelo para seguir corriendo. Oigo las quejas del chico a mi espalda pero le ignoro. Finalmente llego a la clase indicada todavía sin comenzar. ¡Lo conseguí! Entro en el aula donde los estudiante conversan esperando el inicio. Busco un sitio libre y finalmente doy con el que parece ser el único. Una chica de melena larga y lisa se sienta al lado. Tiene el pelo rubio oscuro y ojos marrones.

- Hola - digo - soy _______  ¿Te importa que me siente aquí?

- Adelante - dice sonriendo - Yo soy Rachel Johnson. Tu eres la que entró anoche en el comedor ¿no?

- Eee.... si, la misma.

Ambas reímos. Me explíca como funcionan las clases en Hogwarts. Que a veces las diferentes casas se juntan para dar clase. Por lo visto por los colores de mi corbata me han metido en Gryffindor, que comparte con Slytherin pociones, defensa contra las artes oscuras y cuidado de criaturas mágicas, con Ravenclaw historia de la magia y hechizos, y con Hufflepuff ambas optativas y transformaciones. Los ultimos alumnos entran en clase seguidos por el profesor Severus Snape, que según Rachel odia a Gryffindor y es un borde obstinado.

- Sentáos ya y abrid el libro por la página ciento treinta y seis.

Un alumno de cabellera rubia se sienta enfrente de nuestra mesa. No hace falta que se gire para saber que es el chico de ojos grises que vi en el comedor anoche. Un escalofrío recorre mi espalda al recordar su mirada.

- Poción de aceleración del crecimiento - continúa Snape. - Tenéis dos horas para hacerla a la perfección y los ingredientes que necesitáis están en las mesas. Quiero un trabajo rápido y silencioso si no queréis ser castigados. -Dirige su oscura mirada a Ron Weasly que esta hablando por lo bajo con el que creo recordar que se llama Harry. - Podéis comenzar.


Me paso la primera hora leyendo la receta hasta casi memorizarla, no conozco ninguna de las plantas mencionadas y menos reconocerlas. Estoy desesperada. Quiero preguntarle a Rachel pero me da demasiado miedo que Snape me pille. Y no me cabe duda que lo hará. Y hablando del rey de Roma, nada mas levantar la vista veo como me observa, después aparta la mirada y añade.

- Ha pasado media hora, no obstante para los que no hayan empezado y no consigan acabarla habrá un trabajo extra que estoy seguro que será de todo menos fácil.

La voy a cagar. Lo estoy viendo. En fin, mejor hacer una chapuza que no hacer nada. Miro los ingredientes, en su mayoría plantas, cuando me acerco inspiro sus esencias y de alguna forma los voy seleccionando. Una hora mas tarde tengo la poción terminada. Cuando todos acaban Snape las examina una a una. Vaya, parece que la maldita poción es difícil, nadie salvo la chica de ayer llamada Hermione y dos o tres mas consiguen hacer algo aceptable. Es mi turno, Snape examina mi poción y hecha cuatro gotas en un tiesto con semillas. No quiero saber que va a pasar, cierro los ojos por si hay una explosión pero no se oye nada. Los abro y veo un hermoso lirio en la maceta de las semillas.

- Buen trabajo señorita... - se calla para que le diga mi nombre.

- _________ a secas.

- Bien ___________ a secas, es una de las mejores pociones que he visto hasta ahora pero no tolero los vagos en mi clase, que se considere un prodigio no es motivo para pasarse media hora de clase sin hacer nada, espero que no se repita o me veré obligado a llevarla ante el director.- dice eso ultimo casi deseándolo.
La clase termina y Snape se marcha dejándome en blanco. Que me considero una prodigio? Cuántos hervores le faltan a este? En fin, me dirijo a la siguiente clase acompañada de Rachel cuando me interrumpe una voz a mi espalda.






            "La pocíon de tus memorias no tiene receta. Sólo has de elegir bien los ingredientes"


domingo, 1 de septiembre de 2013

Capítulo 3

He seguido al director hasta su despacho, donde nos encontramos en estos instantes, la profesora McGonagall no tarda en venir.

- Y bien joven _____, tu entrada nos ha sorprendido a todos. Dime, ¿Cuáles son tu propósitos aquí en Hogwarts?- pregunta Dumbledore.

 Vaya, ¿Debería contarle mi secreto?¿Dejar que sepa que no recuerdo nada? Algo en sus pálidos ojos me dice que ya lo sospecha, pero no es una mirada seria, sino comprensiva.

- Yo...Director, no se por qué pero hace tres días que desperté en unas ruinas del norte, no recuerdo nada que precediera ese momento. Sólo supe mi nombre por la etiqueta de mi jersey. - hago una pausa pero la mirada del director me incita a continuar - Verá, no tengo ni idea de cómo ni por qué he viajado sin descanso hasta aquí, pero algo me dice que es dónde encontraré respuestas. Por favor, no me eche todavía.

McGonagall mira al profesor con clara duda en los ojos pero el se limita a contestar.

- Hogwarts ofrece su ayuda a todo el que la merezca...hazte merecedora de ella. Por cierto Minerva, Hagrid tiene bastante trabajo este año, sería estupendo poder conseguir a alguien que le ayude. Esto es todo, pueden retirarse.

Dumbledore hace una seña a McGonagall y esta me indica que le siga. Una vez fuera explica.

- Muy bien señorita, de ahora en adelante Hogwarts será tu hogar, asistirás a clase y al finalizar ayudaras al profesor Hagrid con todo lo que necesite. El es el guarda bosques y profesor de cuidados de criaturas mágicas. Vive en la caseta del bosque, allí es donde te instalarás, desgraciadamente no hay habitaciones disponibles. ¿Alguna pregunta?

- Por- Por supuesto! No tengo libros, ni ropa, ni dinero para pagar el colegio!

- No se preocupe, encontrará lo que necesita en su nueva casa. El profesor Dumbledore le ha permitido quedarse así que no desaproveche la oportunidad. Ahora le conduciré a la cabaña.

- No hace falta. Ya se cual es, la vi al llegar. Muchas gracias profesora ¡me esforzaré!


       Corro por los pasillos donde multitud de cuadros me ordenan parar. Hago caso omiso y aumento el ritmo, estoy emocionada, no pensé que iría tan bien. Ahora se que estoy un poco más cerca de recordar y eso me da fuerzas.
Llego al gran portón y salgo al exterior. Hace una noche estupenda. Las nubes cubren el cielo estrellado a cachos pintando un paisaje realmente espectacular. Se oyen los susurros del viento correr salvajes a través de las hojas de los arboles del bosque. Llego al pie del camino que baja hasta el valle de la cabaña. Sin pensarlo comienzo a correr hacia abajo, estoy eufórica, cada vez más y más rápido, la brisa revuelve mis cabellos y acaricia mi cara. Es una sensación increíble. En algún lugar de mi mente pequeños brotes de lo que una vez fueron recuerdos salen a la luz. Recuerdo esta misma sensación, pero en un lugar diferente. Veo esponjosas nubes teñidas del rosa crepuscular y una silueta borrosa debajo de mi.... ¡Mierda! Tropiezo y caigo rodando hasta el final del camino.
Me sangra el codo y ambas rodillas y tengo la cara llena de magulladuras, ¡Genial! Me seco la sangre y llamo a la puerta de Hagrid. Su cabaña no es muy grande y esta llena de huertos por los alrededores, sin embargo me resulta muy hogareña.

-¡Un segundo! ¡Ya voy!- se oye desde el otro lado. Por fin Hagrid abre la puerta.- No está permitido que los alumnos salgan de los dormitorios a estas horas. Si te ven te meterás en problemas.

- Esto...E..- Me quedo sin habla, Hagrid es realmente grande y peludo, parece un oso.- El director me dijo que usted necesitaba un ayudante y me ha enviado aquí.- la expresión de desaprovación se borra de su rostro en segundos dando paso a una gentil y amiglable.

- ¿En serio? Llevo años solicitando ayuda, es increíble... ¡Ah! Perdona, pasa, no te quedes fuera o cogerás un resfriado.- se gira para dejarme entrar pero antes me dirige una mirada cómplice - y no hace falte que me trates de usted, suena muy raro ja ja ja, Hagrid a secas está bien. ¿Cómo te llamas tú pequeña?

- _______ , _______ a secas. - digo cuando entro y él se ríe. La casa es muy acogedora, pero todo tiene un tamaño excesivamente grande, lo que resulta muy cómico.

- Bien _______ , ven te llevaré a tu cuarto. Es tarde, será mejor que te acuestes cuanto antes si quieres llegar a clase a tiempo. - seguidamente salimos de la cabaña por una puerta en el lado opuesto. Justo detrás hay un cobertizo entre los huertos.

- Puede que no tenga muy buen aspecto por fuera pero hace años que lo reformé y es una habitación bastante bonita si cabe decirlo, toma, aquí está la llave. El gran comedor dispone de desayunos de ocho a nueve, pero si te apetece puedes desayunar aquí conmigo.

- Gracias Hagrid, contigo está bien, nos vemos mañana.

Entro en el cobertizo, parece más espacioso por dentro, tiene una cama un armario y hasta un pequeño baño. Encima de la cama hay un montón de libros, ropa y el horario del colegio. Lo ordeno todo y me pongo un pijama. Aclaro mis heridas con agua y me lavo la cara y cuando me dispongo a acostarme oigo un ruido de fuera. Salgo al exterior pero todo parece tranquilo, se está muy bien y decido quedarme un rato más, pensando el el único fragmento de mi memoria que he recuperado. Finalmente cuando no puedo más me voy a la cama y caigo rendida ante el sueño.









                           "Esta noche las estrellas danzarán entre nubes"