Me giro para ver la cara del que habla con tanta osadía y me encuentro con la petrificante mirada del chico rubio. Al parecer no me equivoqué al pensar que no era de fiar. Los dos gordos amigos de pelo oscuro ríen a su espalda. Pobres diablos, no hacen más que lamer el trasero del rubiales, que según parece no ha terminado de meterse conmigo.
- ¿Qué eres?¿Una de esas niñatas prodigio que entran sin pagar porque sus padres son pobres? ja ja ja, no merecéis ni pisar el patio gente de mala calaña - su semblante se vuelve serio al decir eso último.
Aunque Rachel parece estar conteniéndose una hostia bien buena las acusaciones del chico no me afectan en absoluto. Es como estar escuchando el constante sonido de una mosca volar. Es molesto, pero pasas de él.
Justo cuando parecía que Rachel ya no podía más aparecen Harry y Ron seguidos de Hermione.
- Cállate Malfoy - le dice Ron.
- Uuuu ¡Qué miedo! y si no lo hago ¿Me vas a pegar? - dice mientras las albóndigas se ríen. Ron se sonroja levemente dando a entender que no pretende pegarle pero segundos después un puño bien dirigido acierta en la cara del tal Malfoy. Este dirige una mirada cargada de odio hacia su atacante y... ¡Sorpresa! Rachel sacude su mano, algo dolorida por el impacto.
- La próxima vez te metes con _____ un poco más. No te preocupes, mis puños estarán encantados de darle un poco de color a esa cara lechosa que tienes niñato.
Malfoy que ha empezado a sangrar de la nariz se levanta y me mira con ira y sin decir nada sale corriendo seguido de sus gordiamigos.
- Será una asquerosa rata cobarde...- susurra Ron, que por lo visto está muy complacido con el golpe de Rachel - Por cierto, buen golpe.
- Se lo merecía- concluye ella.
- Será mejor que corramos a la próxima clase si no queremos llegar tarde - nos advierte Hermione.
Corremos por los pasillos hasta el aula de defensa contra las artes oscuras. Por el camino Hermione nos cuenta que el nuevo profesor es uno de los mejores aurores de los últimos tiempos, Ojoloco Muddy. Llegamos justo a tiempo. Ojoloco nos indica que nos sentemos y comienza la clase. Habla algo sobre no se qué maldiciones pero no presto mucha atención. Seguidamente pasa a explicarnos sobre los peligros de criaturas monstruosas que tal vez podamos ver en el Torneo de los tres magos. Eso ya es más interesante. Y finalmente pone a la clase a practicar hechizos menores.
- Profesor Muddy - digo - lo siento, no tengo varita.
El profesor se queda desconcertado y oigo la risa burlona de Malfoy, que ahora tiene la nariz vendada. Le oigo susurrar algo de que mis padres no tienen dinero para comprarla. Lo paso por alto puesto que me da igual pero al parecer Muddy también lo oye.
- Señor Malfoy, ya que se muestra tan amable podría acompañar a la señorita a comprar una. - dice echándole una mirada malévola. Malfoy hace ademán de contestar pero finalmente asiente. ¿Es broma? Para empezar no tengo dinero. Para seguir no se usar una varita. Y para terminar no quiero ir con el malcriado este a donde quiera que se compren varitas.
- Avisaré a Dumbledore de vuestra salida. Podéis marcharos ya. - Malfoy se levanta obediente y a mi no me queda otra que seguirle. Una vez en el pasillo me mira.
- ¿En serio no tienes varita? ¿Qué clase de idiota no trae una varita a una escuela de magia? - pregunta.
- Esta clase de idiota - digo señalándome. Él resopla y se da la vuelta para continuar.
Salimos de la escuela sin compartir palabra. Nos dirigimos a un pueblo que se encuentra relativamente cerca y entramos en una pequeña tienda.
- ¿Aquí venden varitas? - pregunto al no ver ninguna en las vitrinas.
- Por supuesto que no, niña, ¿No sabes nada? tenemos que utilizar polvos flu para ir al callejón Diagón. Allí es dónde venden varitas. - contesta.
-¿Polvos flu? - vuelvo a preguntar. Resopla y se acerca a una chimenea. Allí coge un bol lleno de un polvo verdoso.
- Tienes que entrar en la chimenea y arrojar los polvos flu mientras dices el nombre del sitio al que quieres ir. Iré yo primero. Observa. - hace exactamente lo dicho y desaparece en una nube verde. Cuando la nube se desvanece hago lo mismo. Los polvos me envuelven y todo empieza a dar vueltas. Súbitamente se para y yo aterrizo con torpeza. Se me engancha un pie en los troncos de la chimenea y caigo hacia delante.
- ¡Cuidado! - grita Malfoy. Segundos después estoy en sus brazos y sin un rasguño. Rápidamente Draco me suelta y se gira.
- ¿Me acabas de ayudar? ¿O esos polvos eran alucinógenos? - le pregunto divertida.
- Probablemente lo segundo - responde sin mirarme todavía.
- Entonces ¿Por qué escondes la cara? ¿Nunca has estado tan cerca de una chica o qué? - me ha costado decir eso sin reírme pero he sonado segura.
- No es eso! - dice por fin dándose la vuelta. Esta levemente sonrojado.
- Entonces ¿Qué? ¿Te da vergüenza admitir que en realidad no eres tan malo como pretendes parecer? - esta vez si se me escapa un carcajada.
- Déjalo ya ¿Quieres? - me corta.
- Está bien, como mande capitán - digo avanzando hasta la puerta de esta nueva tienda. Aunque se encuentre a mi espalda se que ha sonreído. Puede que sea verdad que no es tan mal chico.
Me guía por el callejón Diagón hasta una tienda llamada Ollivanders.
- Aquí es. - se limita a decir. Entramos, es un sitio muy rural y acogedor. Grandes estanterías llenas de pequeñas cajas se alzan hasta casi rozar el techo. En el mostrador que hay en medio se encuentra un señor de alcanzada edad.
- Buenos días - saludo. El hombre me sonríe.
- A ustedes también jóvenes. ¿Desean ver alguna varita? - pregunta. Resulta un señor muy amable.
- Si por favor.
- Humm.. Veo en tu cara que no sabes cómo va esto ¿Me equivoco? Señor Malfoy, ¿Por qué no se lo explica mientras busco el material? - El hombre se pierde entre las estanterías y yo me giro para mirar a Draco.
- Sólo tienes que saber que tu no eliges la varita. Ella te elige a ti. Tendrás que ir probando hasta dar con la adecuada. - explica. Yo asiento y doy la vuelta justo cuando el dueño sale cargando con un montón de las cajas de las estanterías.
- Ven jovencita, prueba estos modelos. - me tiende una varita de madera y la cojo. - Ahora agitala . - lo hago pero no ocurre nada. - No, parece que no. - me tiende una segunda y la agito nuevamente. Esta vez la lámpara de mesa que hay en el mostrador se rompe en mil pedazos. - No, no, no tampoco.
Tras veinte largos minutos de pruebas todavía no encuentro la varita adecuada. El señor Ollivanders se está desesperando. Se toma muy en serio su trabajo y me ha dicho que no piensa dejar que nos vayamos hasta encontrar mi varita. Tras probar el ultimo montón que ha traído sin resultado me mira pensativo.
-Tal vez...No, no puede ser...¿O tal vez si?
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