- Oye... lo de tu nariz... lo siento. - digo.
- No has sido tu, sino la asquerosa de tu amiga, no deberías disculparte - contesta cortante.
- ¿Sabes? no se ni por qué lo intento... por borderías como esta mereces tener la nariz así. - Intento ser un poco amable y me da por saco el muy....
- ¿De verdad? - dice interrumpiendo las soeces que iba a decir. Le miro sorprendida - Quiero decir... bah, déjalo.
- No, no lo dejo. ¿Qué ibas a decir? - no me lo creo. ¿Es una disculpa lo que veo asomarse en sus labios?
- Iba a decir que lo de esta mañana ha sido un mísero pasatiempo. Si quisiera ser borde no me habría cortado tanto. - dice puliendo una malévola sonrisa. Con que al muy asqueroso le da verguenza disculparse...
Justo cuando iba a responderle el señor Ollivanders hace su aparición. Esta vez lleva una caja mucho mas grande y larga que las anteriores. La coloca encima de la mesa.
- Esto no es lo que se dice una varita. Pero no creo que queden más opciones. Eres una joven muy particular. - abre la caja y me quedo sorprendida al ver el interior. Es como un bastón de madera con una germa turquesa al final y otra mas pequeña en el inicio. Esta última está adornada por lo que parecen dos alas de murciélago talladas. Es bastante extraño, tanto que incluso Draco presta algo de atención.
- ¿Qué es esto? - pregunto aún examinando el bastón.
- Es un cetro. Pertenecía a los Ginetes del fuego. Aunque de eso hace ya mucho, tanto, que este pequeño lleva guardado dos siglos esperando un dueño. Prueba a ver, tal vez te estaba esperando a ti.
Lo deja encima de la mesa en vez de tendérmelo. Acerco mi mano para cogerlo y centímetros antes de tocarlo éste vuela hacia ella. ¿Cómo? lo agarro con fuerza y miro al señor Ollivanders, quien sonríe con satisfacción.
- Agítalo
Sin pensarlo dos veces obedezco. Al hacerlo la gema más pequeña se ilumina y el cetro comienza a arder. Quiero soltarlo pero no puedo, como si me hubiesen pegado la mano. Aún así no siento nada, no me quemo. El fuego que hasta ahora quemaba sólo el cetro comienza a avanzar a traves del aire, como una serpiente ardiente. Rodea mi cuerpo haciéndome sentir una ola de calor agradable hasta finalmente desvanecerse.
- Vaya, vaya... Nunca creí que vería esto - dice Ollivanders. - Te ha elegido. Realmente eres una muchacha especial.
- ¿Está seguro de que es el adecuado? - pregunto.
- Al cien por cien, créeme, llevo en este negocio mas tiempo del que puedas imaginar. - contesta mientras guarda el cetro en su funda y me lo tiende. Estoy a punto de cogerlo cuando recuerdo que no tengo dinero.
- Señor no tengo con qué pagarle. Si quiere podría venir a ayudarle....
- No te voya a cobrar nada - me interrumpe.
- ¿Disculpe?
- No te preocupes pequeña, este cetro nunca ha sido mio. Yo solo lo mantenía a buen recaudo hasta que volviese el legítimo dueño. Aquí tienes - esta vez si lo cojo, todavía algo insegura.
- No se qué decir, muchas gracias señor.
- No me las des, pero cuídalo bien, es el último de su especie. - dice muy sonriente. Le devuelvo la sonrisa y me despido. Salimos de la tienda y nos dirigimos de vuelta al puesto donde se haya la chimenea.
- ¿Un cetro? Mi padre me ha contado algo sobre ellos. Son como grandes varitas que se especilizan en algo. El elemento del tuyo parece ser el fuego. - dice con interés.
- ¿Porque soy una chica muy ardiente? - bromeo poniendo una postura ridículamente sexy. Draco suelta una gran carcajada. No, definitivamente no es mal chico, sólo hay que darle el empujón.
- ¿Sabes? No me trago tu rollo de chico malo. - digo. - Sólo finges ser un borde repulsivo, pero hazme caso, no te sienta bien. - dejo caer la frase como un comentario cualquiera aunque el significado es mas profundo de lo que me gustaría. Al ver que no contesta le miro. Un leve rubor cubre sus pálidas mejillas. Gira su mirada enfocando sus claros ojos grises en mi. Esos ojos.... empiezo a ver borroso y marearme y de repente me encuentro corriendo a traves de un estrecho túnel de piedra. Apenas hay luz salvo por la pequeñas antorchas que se van sucediendo en el trayecto. Estoy nerviosa, más de lo que debería. Corro cada vez más rápido. Llevo algo en brazos, una borrosa sombra negra que no logro distinguir. Aunque no la vea se que tengo que protegerla con mi vida. Impulsada por ese sentimiento avanzo cada vez más rápido hasta que veo la luz al final del túnel. El alivio empieza a asomarse en mi garganta pero rápidamente se transforma en pánico al ver la recortada silueta de un hombre en la salida. Las sombras le cubren el cuerpo pero dejan a descubierto sus ojos.
Unos fríos ojos grises.
Despierto en una gran habitación llena de camillas. Una enfermera se me acerca y me tiende un vaso de lo que parece medicina y luego va a abrir la puerta de la enfermería. Nada más hacerlo entra Rachel seguida de Hermione.
- ¿Cómo te encuentras? - me preguntan.
- Relativamente bien - sonrío - ¿Qué ha pasado?
- Te desmayaste cuando volvías del callejón Diagón. Por suerte Hagrid estaba comprando repelente de babosas carnívoras por allí y te trajo hasta la enfermería. - me explíca Hermione.
- ¿Y cuánto llevo durmiendo?
- Un día entero. Estábamos preocupadas - dice Rachel.
Nos pasamos una hora entera hablando hasta que al final la enfermera les echa. Tengo que reposar unas horas más antes de poder regresar así que decido dormir un rato. Cuando me despierto la enfermera me entrega la funda del cetro.
- El joven que la a traído ya ha venído varias veces. Decía que quería dartelo en persona pero como no despertabas se ha resignado - me dice antes de volver a sus quehaceres.
Con que un joven... Vaya, Malfoy se ha tomado más molestias de las que pensaba. Tengo que darle las gracias. Ya me han dado el alta así que salgo hacia la cabaña de Hagrid. Aún me da tiempo a ayudarle con lo que necesite. Cruzo el patio con paso ligero cuando tres chicos de Durmstrang me cortan el paso.
¿Qué narices?
"Tal vez lo que buscas esté al final del túnel. Pero tal vez no sea luz lo que encuentres"
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